miércoles, 11 de diciembre de 2024

De satanismo y narco devoción: pandemonio hispanoamericano

Un experto en sectas dijo que lo de la decapitación del reo en Concepción, presuntamente, a manos del “Indio Loaiza”, le recordó mucho al crimen cometido por La familia, liderada por Charles Manson, contra Sharon Tate. La brutalidad y sangre fría son similares, aunque el contexto y los motivos son muy distintos. Aquí se trató, según dicen, de un asesinato con características de “ritual satánico”, ya que en la celda había inscripciones de pentagramas y símbolos como el número 666, el “número de la bestia”.

Nada de esto está confirmado. De hecho, muchos niegan que se trate de algo vinculado a una secta criminal. Incluso, se ha afirmado que al “Indio Loaiza”, sencillamente, le entró el “demonio”, pese a su prontuario delictivo. La investigación no ha arrojado todavía ninguna luz suficiente para aclarar este oscuro caso. Sin embargo, el vínculo entre la espiritualidad negativa y el crimen organizado es más estrecho de lo que se cree.

El terreno de lo oscuro está más próximo de lo imaginable y subvierte el límite entre lo ilegal, lo bárbaro y lo profano. Satanismo, brujería, magia negra, canibalismo, son todas prácticas propias de bandas criminales extranjeras. Hay una religiosidad sincrética en el mundo del narco latinoamericano que subvierte las formas y condensa, como en una “alquimia siniestra” el perverso imaginario místico.

Sin ir más lejos, en El Salvador, los Mara, más conocidos como los “Mara Salvatrucha” adoran a la “Santa Muerte” en narco altares, donde son ofrecidos animales y hasta humanos en sacrificio.

En República Dominicana están “Los Trinitarios”, que hicieron de las suyas hace poco por estos lares. Tras su captura, la PDI encontró un verdadero culto lleno de frascos con sangre, simbología satánica y otras ofrendas escabrosas.

En México, por su parte, está el cartel de “Los Caballeros Templarios” (irónico nombre), cartel dedicado de lleno al narcotráfico, al secuestro y a la extorsión para conseguir sus perversos fines, como si fuesen la sombra del espíritu de aquellos bizarros caballeros medievales. Tienen un salvaje rito de iniciación dirigido a los primerizos, que consiste en comerse un corazón humano. Puro canibalismo en los bajos fondos astrales. Barbarie interior.

En Perú, no hace mucho, fue detenida una banda llamada “Los satánicos de la Siberia”. Aparte de drogas, armas y municiones, los policías encontraron intestinos de animales colgando en cables. Se trataba, nada más y nada menos, que del culto a la “Santa Muerte”, tal como lo hacían los Mara.

A este mismo ídolo se encomendaban “Los Lobos”, una banda criminal ecuatoriana que también había abierto sus fauces en Chile. Luego de su detención, se incautaron tampones llenos de ketamina que las mujeres integrantes de la banda usaban para traficar la droga sin ser descubiertas. Uno de los narcotraficantes contaba con un registro en el que, con suma devoción, veneraba a la famosa “Santa Muerte” para pedirle éxito en sus operaciones. ¿No les recuerda eso a la novela La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo?

No es de extrañar entonces, dado este verdadero culto a la muerte, que la imaginería satánica detrás de la decapitación en la cárcel de Concepción tenga algún vínculo con esta faceta macabra del crimen organizado. Muy a pesar nuestro, ha esparcido sus tentáculos mortales en Chile, país del fin del mundo, a vista y paciencia de una fuerza estatal inoperante. El satanismo y la práctica pagana oscura son, en definitiva, una cosa identitaria para estos agentes corruptores, nunca una mera extravagancia.

Surge una batahola de interrogantes que conspira tras la sangre de los hechos. ¿Qué hay detrás de toda esta maldad? ¿Cuál es el trasfondo real de este pandemonio? Nayib Bukele, muy conocido por sus políticas severas, afirmó que la lucha contra el crimen es también, en cierta forma, una “batalla espiritual”, una en la que se procura mantener el sentido de lo humano frente al descalabro moral y valórico, frente a la desviación de la esencia, frente al libertinaje, la impunidad y la subversión de lo correcto, seguida muy de cerca por la relativización y la disolución de ciertos principios básicos que, durante mucho tiempo, fueron el baluarte de la civilización occidental. 

¿Qué queda por hacer, tras la avanzada barbárica que se nos viene encima, causada por los señores en las sombras y por las consecuencias kármicas del propio sistema? Por lo pronto, prepararse para lo peor, comenzar un entrenamiento adecuado y agudizar el espíritu crítico, para no perder la cabeza en el intento.

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