La alumna poeta me envió al correo su libro prometido. Se llama "Una historia sin fin", clara referencia a la película homónima. Tiene casi cien páginas. Me confió la tarea de leer su obra y editarla lo más posible, para una pronta publicación. La he leído y encuentro que la chica escribe fenomenal. Con el suficiente apañe y riguroso trabajo de edición, puede volverse una gran poeta. Escogí los siguientes poemas que, a mi juicio, son verdaderas "joyitas" que brillan por sí solas. Su progreso poético lo siento como propio. Orgulloso de ella y de su escritura. :
Apocalipsis
Afuera, el apocalipsis. Se cae el mundo a pedazos, afuera la fuerza de la lluvia y el viento sacuden las ramas de los árboles. Afuera el cielo es gris, el frío es cruel y la tormenta arrasa con todo.
Pero contigo aquí no es así, a tu lado solo hay calidez, a tu lado solo hay seguridad. Me hace sentir que, aunque el cielo se venga abajo vamos a estar bien. Se cae el mundo, pero contigo solo veo belleza en el desastre.
Algunas gotas saladas entran por la ventana abierta, empapando el piso de madera, pero ninguno de los dos dice nada, a ninguno le importa. Sigues siempre tan lejano, como si estuviera a una vida de distancia, como si no fuera tan fácil como acercarme para disipar la sensación etérea que la rodea y convencerme de que está aquí y ahora, que es real.
La puerta de la habitación se abre repentinamente, y con pesar me doy vuelta a atender el motivo de la intrusión. Es mi madre, en el instante en el que cruza el umbral ya quiero que se retire y nos vuelva a dejar solos.
-¿Ya estás lista?, tenemos que salir ya, la casa funeraria está lejos y ya casi es la hora.
Asiento, alisando mi falda negra.
Para cuando mi madre se va, no hay señales de ti, ya no estás, y así es como esta solo será una de las incontables veces que volveré a verte partir sin despedirte, sin decir ni una sola palabra, sin que te voltees a mirar hacia atrás.
Porque lloraste por mucho tiempo... ahora soy yo quien llora mientras te espera, pero no importa cuánto espere por ti. Ni siquiera puedo escuchar tu recuerdo, no volverás jamás
Afuera, el apocalipsis. Adentro también.
El libro que nunca te escribí
El libro que nunca te escribí tiene las páginas manchadas por borrones que dibujan la silueta de ese otro tú, el que era la génesis de las palabras más hirientes. En esas páginas acecha la sombra de tus otras manos, las que agarraban todo lo que yo era para despedazarlo metódicamente.
El libro que soñé con escribirte tenía tu nombre en la dedicatoria y una historia hermosamente nuestra entre versos.
El libro que soñé con escribirte no tenía la historia verdadera, la de tus silencios infértiles, la del dolor que me regalaste, ni la desilusión que sembraste en mis jardines, de la que germinaron incontables escritos.
El libro que te quise escribir era el más largo del mundo, porque tenía una carilla por cada día a tu lado. El que podría escribir tendría exactamente 127 carillas con sus planas manchadas de sangre, 20 hojas donde se hacía notar mi frustración, 15 carillas donde me preguntaba por qué tú y no otro, 41 hojas donde se desdicen todas mis declaraciones en el eco de tus errores, y página a página crece la distancia entre nuestras manos y los agradecimientos finales son siempre despedidas.
Si te escribiera todos los libros del mundo ahora, me quedarían cortas las palabras, para relatarle a quien lo leyera la trama que nos ataba.
Si te escribiera ese libro ahora, tendría que poner en sus párrafos todas las cosas que no quiero decirte ni debería.
Si publicara ese libro hoy, quien lo lea sabría cada detalle morboso de todos los peores momentos en que me lastimaste [sin saberlo y con intención] (en que nos lastimamos) y pensaría que soy estúpida por aun así escribir que me gustaría que no me hubieras hecho tanto mal. Y se reiría de mí, por poner que lo peor que me pasó en la vida fue dejarte de amar, que todo el espacio de la adoración ahora lo ocupa un agujero de tinta.
No escribiría nunca ese libro, porque no hay manera en que nadie entienda que se pueda amar a quien te hizo daño, aun siendo consciente de que te está deshilachando lentamente.
No escribiría ese libro nunca, porque lo leerías pensando en que corrigiendo sus errores tendrías otra oportunidad, como si pavimentar el siguiente tramo de una calle anulara los baches de la anterior, como si pudiera borrar toda esa angustia de cuajo y volver a quererte.
No escribiría nunca ningún libro, porque soy incapaz de moldear en estética todo ese martirio, porque no hay ni un poco de prosa ni de poesía en esta historia, ni moraleja ni sentido alguno.
Todos los libros que nunca te escribí, ni escribiría, los llevo conmigo siempre, y me aterra que algún día alguien más los lea con ojos juiciosos.
Quiero querer
Quiero sacarme la piel, y ponerme otra sin cicatrices
O tal vez quedarme así, expuesta y vulnerable...
Siendo nada más que una silueta de hueso y carne,
Sin huella de las personas que alguna vez me hicieron mal
Y dejaron a su paso un dolor visceral que a veces,
En mis peores días, me cierra la garganta y me sofoca
Quiero dejar de arrastrar los "que hubiera pasado y si..."
Los ecos de pena y los cadáveres de ilusiones rotas,
Quiero quemar las cartas que no escribí, pero solo las tristes...
Sin importar que, de ser así, solo quedarían unas pocas
Quiero sentir sin pensar o quizás solo dejar de pensar que estoy loca
No encontrar paz solo si me paso de copas.
Soñar de nuevo sin manchar fantasías con peros,
Que la palabra “tristeza” no se me quede corta
Para explicar qué es lo que me abruma y desborda.
Dormir sin pesadillas, o soñar que no soy yo sino otra,
Quiero excitarme como si fuera un primer borrador,
Y no pensar que sería más fácil solo borrar la historia,
Reescribirla de cero, o empezar solo un nuevo proyecto
Quiero tener lo que no tengo, o no haber tenido nunca
Lo que ya perdí y que intenté en vano de recuperar
Quiero no tener que sea la última cada una de las gotas
Y que, en vez de desbordarse el vaso, este se rompa
Quiero arrancarme la piel, sin cambiarla por una nueva
Deshacerme junto con ella de todas las cosas que duelan
Que no quede nada, ni huesos, ni carne, ni secuelas ni preguntas sin respuesta, ni cartas, ni ilusiones,
Desaparecer todo hasta que no quede siquiera
Una lápida impersonal en la que dejar marchitas rosas.
Quisiera dejar de querer tantas cosas...
Imagen
Me agobian besos y
caricias inconsecuentes,
seguidas de miradas ausentes
que me convierten en nada,
poca cosa, una anécdota,
o un recuerdo, con suerte.
ya son demasiadas noches
de tan pocos nombres
y menos palabras.
estoy bastante cansada
de las fotos con recortes,
resentir quedarme callada,
de tantas caídas libres
a camas sin resortes,
o de mi imagen propia
llena de vacíos y huecos
por intentar definirme
a través de ojos ajenos.
Entre cordura y arte
No sueño con estatuas
ni monumentos
quiero sangre
en el pavimento,
mi poesía y florezcan brotes
del concreto inerte,
quiero perderte, Cordura,
porque en tu ausencia habita
el arte, y los días que perdí
todo aquello que anhelo
habita allí donde no estás.
Pero te vas y me vuelo,
me extravío en un camino recto,
desencuentro las constantes
que rigen y estructuran
todo aquello más allá
del velo de la locura,
y todo lo que encuentro acá
acá se queda,
¿de qué me sirve hallarlo
y que sea solo mío?
quiero posar en las manos ajenas
los versos delirantes de fiebre,
pero el sentido se pierde
se torna incoherente
en la sanidad necesaria
para regalar ese fragmento
de inconsciente,
y parece adrede la tortura
de llevar mi cúspide
a la más pura soledad.
Poco más, o nada
Pondría tu nombre en mis poemas,
solo para que todos sepan
que son tuyos.
Pondría tu nombre en mis poemas,
para que sepas
que quiero que sepan.
Pondría tu marca en el orillo
de mis palabras de segunda mano,
solamente para darles más valor.
Pondría tu nombre en mis poemas,
pero no
no para que tú sepas
que son tuyos.
Para que tú te enteres,
que fue lo que dejo aquel ínfimo,
e interminable trayecto
que caminé contigo;
Hablo de la sangre en tus servilletas
aunque no entre en la métrica,
de la obsesión con que lavé mis manos.
Hablo sobre dedos exigentes
robando mis galletas a medio comer
Menciono sueños delirantes,
o la forma en la que lloras,
sin hacer ruido alguno.
Pinto tu silueta en mis poemas
con referencias cómplices,
dibujo con palabras tu sombra,
tras mi prosa confusa que la esconde,
encajando entre versos sus vértices,
para no tener que escribir tu nombre.
Pondría tu nombre en mis poemas,
pero una parte de mí anhela
que puedas leer sus cinco letras
aun estando ocultas al resto.
Es que una parte mía deseaba
que aún nos quede esto,
de sin palabras habladas
entender aquello tras los gestos,
a pesar de que quede solo eso,
poco más, o nada
Poder
¿Quién tiene el poder?
Te lo explicaré
El poder lo tienes tú
El poder lo tengo yo
Tienes el poder de arruinarme
Tengo el poder de arruinarte
Tenemos el poder de arruinarnos.
Sí, pero….
Tenemos el poder
De hacer que la ruina
Sea nuestra salvación.
Tenemos el poder
De armarnos
Una vez que nos rompamos
Ese es el verdadero poder.
Puedes pedirme que renuncie a todo
Pero no me pidas que renuncie a él.
Somos la representación
De todo lo que podemos ser.
Entonces... ¿nos arruinamos?
Hagámoslo
Para luego salvarnos.
Esa es toda la verdad.
Estamos tan vacíos
Estamos tan vacíos,
saltamos de cama en cama,
y buscamos y buscamos
no sabemos bien qué
quizás nada, o lo que sea
algo que nos mueva,
nos sacuda, nos cambie,
pero tenemos miedo
a las historias que duran
tenemos miedo,
porque sabemos que
de algunas
dura más la huella
que la historia,
que donde te falle
la memoria
van a estar las cicatrices,
así que elegimos
estar vacíos
porque es mejor
Que estar tristes.
Amor atómico
Respóndeme, amor
¿Hubiéramos sido explosivos juntos?
¿Hubiéramos sido tan locamente letales como un misil?
¿O hubiéramos sido una bala loca
Disparada contra la vida de los otros?
Yo sé bien lo que hubiéramos sido:
Hubiéramos sido una bomba contra el tiempo
Breves, pero eternos.
Habríamos iniciado una aventura
Sabiendo que ya tendría un final
Pero el corazón humano
Es realmente caprichoso
Y lo entendí por lo que sentí
Al verte por última vez
Y ahora pienso, pienso en lo que debimos haber hecho:
Fundirnos de una sola vez, el uno junto al otro
Antes de que nos consumiera la historia, con su fuego.
Estoy dispersa
Estoy dispersa esta noche, soy solo polvo, lágrimas y reproches, rimas trilladas, poemas zigzagueantes y versos inentendibles.
A fin de cuentas tal vez soy más de lo que creían pero aún así menos que suficiente, lo que hay de mi nunca alcanza para la gente que quiero, y este destino austero sigue cruzándolas en mi camino.
A esas personas ausentes me refiero, para las que nunca sirvo, las que acechan todavía mis escritos de porquería con sus siluetas traicioneras escondidas tras la métrica.
Olvido
A veces me siento como
Poco más que un olvido
Esperando a pasar.
Y hago el duelo
Por esas huellas a borrar
De cada paso del camino,
Por cada detalle a desdibujar,
Por los momentos que ya
No serán recuerdos.
La intrascendencia se siente,
A veces,
Como un puñal en el pecho
Una guillotina sobre mi cuello,
Una sentencia.
Acecha mis pesadillas,
Con sus sombríos paisajes
Un mundo frío en el que
No existo para nadie
más que yo.
Un mundo en el que
No me inventan otros ojos
Ni delinean otras manos
Mi contorno.
Donde no queda nada de mí
En las personas que atesoro
No queda nada de mí.
No queda nada.
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