lunes, 29 de abril de 2024

“-Profe ¿y en qué me ayudará la poesía para ganar plata?”, preguntó un alumno. Suele cuestionar la real utilidad de lo que le enseño. Por un momento pensé en aquel discurso inspirador del profesor Keating en La sociedad de los poetas muertos. Me imaginé imitándolo. Incluso pensé en aquellos poetas que lograron lo que lograron (reconocimiento, no precisamente plata) sin seguir lo que estaba normado, en base a su vida y a una obra plena de oficio. Esta vez imaginé aquellas trasnochadas lecturas de poesía que trataban de emular, en versión porteña, el ideario de la bohemia parisina. Sin embargo, preferí responderle al cabro con una respuesta mucho más simple, a la par de su pregunta: “Fácil pues, caballero. Si no aprende lo que le enseño en esta materia, no se sacará buena nota, y si no tiene buena nota en lenguaje, bajará su puntaje para la especialidad”. El alumno increíblemente me quedó mirando y agachó la cabeza, en silencio. Sabía que lo que le decía era cierto. Una respuesta del todo plana, carente de vuelo poético, pero no menos verdadera por su excesivo pragmatismo. No hay lugar para la inspiración en tiempos curriculares.

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