lunes, 5 de febrero de 2024

El fuego no tiene sombra (crónica)

El fuego no tiene sombra, pero vaya que atrae penumbras. Eso recordé cuando miré al cielo ayer, un cielo lleno de humo y de cenizas. Íbamos de viaje. Al cruzar la calle, rumbo a tomar la micro para ir al rodoviario, hubo un corte de luz en todo el plan. No le prestamos mucha atención, confiados en que el incendio era focalizado y que la energía volvería luego.

Sin embargo, conforme avanzaba el tiempo, la cuestión se fue haciendo más caótica. El taco se volvía larguísimo. El cielo se ponía más denso y las alarmas de los celulares no dejaban de sonar, como en una orquesta siniestrada. “Evacúen”, era el mensaje masivo en esos momentos. “Evacúen”.

Lo cierto es que nosotros íbamos porfiados a destino. Solo en cuanto llegamos al terminal, comprendimos realmente la gravedad del asunto. Todas las líneas cortadas. Todos los viajes suspendidos ante la emergencia. Nos devolvimos resignados, y no menos preocupados por la magnitud del fuego que se iba abriendo paso entre nuestras zonas más queridas.

Al día siguiente, me reporté con mi padre. Él se encuentra bien y su zona estuvo a unos cuantos metros de ser arrasada. Viajé a Viña después del toque de queda, para cobrar el dinero de los pasajes. La gente en las calles iba y venía, rumbo a centros de acopio, algunos con pala en mano, de regreso de sus lugares sacrificados o en busca de un poco de agua para capear el calor satánico que asolaba la ciudad.

Algunas personas trataban de entender quiénes habían sido. Unos le reclamaban al gobierno su inoperancia y su complicidad con los “pirómanos”. Otros, arremetían contra los empresarios forestales por su maldad especulativa. Tras la tragedia, lamentablemente, hay quienes insisten en buscar culpables, bajo una mirada parcializada y sin criterio ni rigurosidad suficiente. Cada quien invoca a sus propios demonios y proyecta en el otro, su adversario, el peor de los males. Ya dijimos que el fuego no tiene sombras, pero vaya que atrae penumbras.

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