domingo, 18 de junio de 2023

Otra anécdota entretenida a raíz de la lectura de ayer en el Pajarito: al irse la amiga que me acompañó, me quedé solo a escuchar la música. En eso, se me acercó una mujer de negro. Debe haber tenido sus treinta y tantos. A juzgar por su actitud, andaba medio entonada, muy alegre. "¿Por qué tan solito?", me preguntó, con una sonrisa. "Porque sí", le contesté. A todas luces, estaba coqueteando, así que le seguí el juego. "¿Esperas a alguien?", volvió a preguntarme. "No. ¿Y tú?", le devolví la pregunta. Respondió que tampoco. Entonces la invité a sentarse. Sonrió un poco y se fue al baño. Me quedé piola tomando cerveza, hasta que la mujer misteriosa vuelve y se sienta a la mesa, sin más. Luego, me empezó a sacar conversación sobre el libro de poesía. Esa era la excusa. Como la cosa fluía, pedimos un par de cervezas más. Entre sorbo y sorbo, miradas, risas, conversamos y conversamos, hasta que empezamos a tocarnos las manos, como juego. La cuestión era escalar. El copete y la química habían hecho lo suyo. Después, la simpática dama fue a fumarse un pucho. La acompañé a la calle. Siguió la conversa, esta vez en un plano un poco más físico y, de un momento a otro, nos dimos un beso. "¿No que eras un chico bueno?", me preguntó, coqueta. "Lo soy", le respondí, y nos seguimos comiendo, intensamente, contra una de las puertas del bar, a un costado.
La siguiente parte, queda a criterio del lector....

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