domingo, 18 de junio de 2023

Mini crónica review sobre el lanzamiento de "La niña perro ha muerto" de Carolina Aparici en el Bar Pajarito.

Tiempo que no iba al bar Pajarito. El local mantiene su esencia, pese a los años: esa cosa bohemia, universitaria, cultural, guachaca, además de literaria. Años atrás, recuerdo que un amigo mío que es poeta, el "Guti", junto a Miguel Camus, lanzaron una antología poética llamada "Valparaíso bohemio", que recopilaba los poemas leídos por algunos poetas locales en el bar, durante jornadas de lecturas que se extendieron a través de varios años, y a las cuales no asistí por desconocer todavía el pintoresco medio literario porteño (Mucho tiempo después asistí de manera constante a otras lecturas en otros espacios, al punto de hacerme de un "nombre", pero ese ya es otro cuento para otras crónicas). La portada de la antología tenía la forma del fondo de un vaso marcada con vino tinto. Qué más alcohólico que eso, y qué más poético.

De todas maneras, el Pajarito sigue igual a como lo conocí. Ayer, de hecho, fui al lanzamiento del libro "La niña perro ha muerto" de la poeta y artista Carolina Aparici. No era como las típicas lecturas en donde la poeta presenta su curriculum y su biografía a un público "palo blanco" que ya la conoce, sino que se trataba de una performance híbrida entre la poesía y el teatro, junto a una lectura dramatizada de un extracto del poemario. Ese es el sello de la autora: su capacidad de aunar el género dramático con el lírico en un solo acto, de una sola vez. Una cruz adornaba la escena y unas actrices acompañaban a la poeta y artista en la ejecución de la obra. Estética en acción, al calor de una lectura íntima e intensa, sobrecogedora como sus imágenes, plena de pathos y de esa cosa como herida, tan viva.

Tras la lectura, fui a comprar un ejemplar del poemario. Luego, le pedí a Caro que lo firmara. Al rato, tocaba Juana Ácido, una rockera porteña que también conozco. El ambiente, sin duda, invitaba a la camaradería. Ese era el espíritu, ese era el Pajarito que recordaba en aquellas viejas lecturas poéticas y carretes universitarios, pero el tiempo no pasa en vano, y tampoco perdona. Algunos poetas se van de la escena local; uno que otro pulula por ahí; los que insisten, los que permanecen, contra todo pronóstico, vienen a darle ritmo y respiración, otra vez, a un mundo artístico que sobrevive, a punta de esfuerzo y garra, a su propia intensidad, a sus propios fracasos y a sus propios dramas e intrigas, frente a la decadencia generalizada. Que a la poesía no la carcoma el peso de la noche, que no la disuelva el ácido de las malas palabras ni el veneno de las mentiras. Otra escena es posible, porque otros relatos, porque otros significados son posibles.

No hay comentarios.: