sábado, 27 de mayo de 2023

La OMS alertó hace poco la amenaza de “otro patógeno emergente” e hizo un llamado a todo el mundo a estar preparados ante este escenario. Días atrás, la misma entidad había declarado el fin de la emergencia pandémica del covid 19. Parece irónico que casi de inmediato ahora vengan a advertir a la humanidad sobre la posible aparición de otros bichos todavía más letales. Un llamado al pánico encubierto de previsión global. Habría que preguntarse ¿qué nuevos bichos aparecerán? ¿Variantes del mismo? ¿Surgirán nuevamente del laboratorio de Wuhan o de algún centro médico ruso? Las interrogantes se viralizan y la sospecha de la ciudadanía crece.

Por lo pronto, el principal resquemor viene de parte de sectores políticos que apuntan a una pérdida inminente de soberanía nacional tras el llamado a un “pacto mundial antipandemias”. La propia OMS ha salido a desmentir esta alerta, aplicando el ya conocido apelativo de “fake news” o desinformación. Sin embargo, muchos de estos sectores insisten en su renuencia a adherir a un pacto de carácter internacional. Sin ir más lejos, acá en Chile, la APSIIN (Agrupación de Profesionales de la Salud Velando por Entregar Información Veraz en Pandemia) publicó un comunicado en donde manifiestan abiertamente una crítica a estas políticas globales mandatas de manera vertical y proponen un debate abierto de toda la comunidad científica, donde se consideren las experiencias de la anterior pandemia, para no caer en los mismos errores y despropósitos del pasado.

Si bien no todos los países ven afectada su soberanía y seguridad interior por la adhesión a los tratados multilateriales en materia de salud (principalmente, países desarrollados), hay algunos, como Chile, que no tienen una estructura de protección nacional; por el contrario, es un diseño país bastante abierto y sometido a los dictámenes extranjeros, incluso alineado completamente al derecho internacional, al que se considera de orden estricto, al punto que está protegido y consagrado por la propia Constitución. La próxima propuesta constitucional, de hecho, pretende reforzar todavía más esta lógica vinculante de la nación al orden del globalismo, tomando en cuenta, además, la incorporación de la Agenda 2030 de la ONU como política de Estado desde el año 2015, para ser implementada de manera prioritaria mediante una hoja de ruta a la cual adscriben prácticamente todos los partidos políticos que forman parte de la nueva “cocina” constituyente.

Se avecinan nuevos tiempos pandémicos y, por extensión, nuevas dictaduras sanitarias, según informan nuestros custodios, las “elites”. Las señales son inequívocas: se quiere avanzar hacia modelos de mayor control externo sobre los Estados Nación y hacia nuevas formas de dominación tecnocrática y científico-tecnológica. Solo basta pensar en lo que fue el uso indiscriminado del pase de movilidad, una verdadera emulación del sistema de crédito social chino. Con el auge de las inteligencias artificiales, solo piensen en las posibilidades de control, a futuro.

Bajo este panorama, se ha tendido un manto de escepticismo colectivo sobre el accionar de las instituciones mundiales, a juzgar por sus cuestionadas políticas sanitarias y las catastróficas contraindicaciones de la vacunación, sin suficiente respaldo de toda la comunidad científica. El guion es demasiado evidente: se crea un problema y se propone una solución, con la condición del sometimiento. Ellos crean las condiciones para la existencia del problema; luego, ellos mismos ofrecen una panacea que debe ser aceptada sin chistar por todos los actores en juego. Otrora se viralizó el miedo; hoy por hoy, la duda. Frente a esta nueva ola de plagas y tiranos, no se puede volver a claudicar. A mantenerse inmunizados contra la fiebre globalista y a reforzar el sistema inmunológico soberano.

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