viernes, 5 de mayo de 2023

El periodista chino Fang Bin, quien se hizo conocido el año 2020 por mostrar algunas realidades no documentadas del virus, fue liberado el domingo pasado, luego de tres años de encarcelamiento. Siempre se opuso a la narrativa oficial impulsada por el orwelliano Estado comunista chino. Eso le valió el descrédito y la persecución penal. Fang Bin se había hecho de un nombre en las redes sociales al tratar de documentar las muertes en los hospitales de Wuhan, mucho antes de que el virus se propagara a nivel internacional y se encendiera la alarma sobre su emergencia pandémica.

Tras su salida de prisión, Fang Bin está lejos de librarse de la amenaza estatal del gobierno, ya que aún cumple una condena de libertad relativa vigilada por el Ministerio de Seguridad Pública. En efecto, si el periodista “vuelve a hacer ruido” lo meten preso de nuevo, quizá de manera indefinida, según contó su abogado. ¿Fue Fang Bin un mártir de la incomunicación covidiana o un chivo expiatorio para escarmentar al resto del globo, con respecto a los incontables relatos que aun hoy siguen siendo motivo de censura o de estigmatización?

Incluso después de una meteórica carrera de vacunación a nivel planetario, una considerable curva descendente en los contagios masivos y la propia declaración de la OMS sobre el fin de la emergencia, el tabú respecto a cosas como el verdadero origen del bicho, la manipulación geopolítica de la pandemia y los efectos adversos de la vacunación experimental, se mantiene más allá del tiempo y de las circunstancias. Quiere decir que iniciativas como las de Fang Bin continúan siendo testimonio, palabra viva, anticuerpo para el lenguaje del poder, porque, después de todo, siempre se trató de eso: del poder viralizado a su potencia. El bicho fue el paroxismo del control, la metástasis del sentido, el orden de lo informe.

No hay comentarios.: