jueves, 23 de febrero de 2023

Cavilaciones sobre el Monstruo

Tras el despertar del "Monstruo" hace un par de noches, estuve analizando bien su figura, su naturaleza, después de ver un listado de artistas caídos, “devorados” y cavilé sobre aquello que lo caracteriza: su apetito, y aquello que lo provoca. Solo puedo decir: nunca se trata de algo homogéneo, porque su voracidad está circunscrita a la situación del espectáculo, en relación con la coyuntura de la sociedad en determinado momento; y su presa, proveniente del mundo de la música o el humorismo, solo tiene constancia de su aparición en la medida que el Monstruo comienza a mostrar las fauces, inevitablemente, cuando ya es demasiado tarde. El Monstruo aparece siempre allí donde acaba la corrección política de los animadores y comienza el grito de la galera. Si los artistas de Viña menos aventajados pudieran anticiparse a su hambre, podrían salir ilesos, pero ¿cómo saberlo? hay algo en aquella criatura colectiva, intangible que, cual perro en jauría, lo mueve, más allá de la formalidad del show: es el sentir espontáneo de la audiencia que impone su propio código feroz, allí donde huele flaqueza, debilidad o mal gusto, y esa imposición se siente, en ocasiones, arbitraria, injusta, pero, las más de las veces, merecida, oportuna. O el Monstruo es una resonancia del instinto colectivo del momento o bien una representación metafórica del clamor popular. Solo quienes somos cómplices por ver con morbo su engullida, podemos descifrar su devastador simbolismo, al alero de los relatos y las narrativas que lo circundan.

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