viernes, 27 de enero de 2023

Merluciano

En su arribo a Chile, Franco Parisi, ex presidenciable, no dudó en arremeter contra la camadilla de gobierno: “El Frente Amplio nos quiere presentar una constitución con un alma merluciana”, dijo. Más allá del contenido de su frase, en referencia al nuevo proceso constituyente en curso, destaca la palabra “merluciano”, apelativo que ya se ha vuelto la marca peyorativa por excelencia de los opositores a Boric. El término “merluzo” se popularizó cuando el periodista español Carlos Herrera criticó el accionar del presidente durante el cambio de mando, al echarle la culpa al rey Felipe VI por el retraso de la ceremonia. “A los chilenos, con este merluzo, les esperan días de gloria”, había señalado Herrera, y “merluzo”, según la RAE, significa “hombre bobo, tonto”.

Desde aquel episodio, el término ha cobrado vida propia entre la disidencia y la oposición, incluso ha evolucionado con el tiempo, hasta adquirir carácter adjetivo. Ya no se trata solo de descalificar, la palabra ha mutado al punto de integrar en sí misma las cualidades negativas propias del sujeto aludido: su carácter, su forma de ser, sus acciones, su personalidad e incluso su visión de mundo, su política. Así, al referirse a un “alma merluciana”, no tenemos que entender necesariamente un alma boba, tonta, torpe, tenemos que comprender el contexto político ideológico que subyace a su enunciación e interpretar su carga simbólica. Un “alma merluciana”, entonces, sería, en relación a una posible nueva constitución, un alma llena de izquierdismo progre, con todas las connotaciones críticas que pueda tener, para los sectores políticos adversarios.

Estamos, tal vez, ante un hecho de apropiación lingüística y de reinterpretación discursiva único, motivo por el cual este gobierno, en un futuro, podría hasta ser recordado en los libros de historia como el “gobierno merluciano” de Chile, y por qué no, la merluza podría ser el nuevo símbolo del diálogo discursivo entre la nación hispanoamericana y la patria española.

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