jueves, 5 de abril de 2018

Voy a Sodimac a consultar por un pequeño rack organizador de ropa para la pieza, de 63 de ancho y 40 de largo app. Un ropero y un closet común y corrientes no cabrían dentro del ya reducido espacio de la pieza, ataviado de estantes para libros, fotocopias, dvds, discos. El rack que ya existe se encuentra totalmente inclinado, saturado por el uso y el peso de la ropa, tan inclinado que no le deja lugar al velador junto a la ventana. Si meto otra cosa más, me digo a mi mismo, ya sea ropa u otro libro, lisa y llanamente solo alcanzaré a yacer de forma demasiado holgada sobre el contorno de la cama. El espacio que otrora estaba destinado para la pernoctación individual y la reflexión solitaria, con una que otra visita esporádica, de tanto en tanto nocturna, ahora resulta que se va reduciendo día a día, al punto en que no restará otra cosa que despojarse de lo innecesario o que exiliarse irremediablemente, cumpliendo casi en un acto desesperado, la máxima de Diógenes.

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