miércoles, 25 de abril de 2018

De la basura en un edificio (de conserje) recuerdo haber rescatado un par de libros. Un policial, La esmeralda cuadrada, de Edgar Wallace, y una enciclopedia filete, La II Guerra Mundial en Imágenes de David Boyle. Incluso otros sobre Pinocho que olvidé y acabé regalando (parece a una ex). Eso, a propósito de unos trabajadores de la basura en Ankara que habían creado una biblioteca con puros libros desechados. Un compadre escritor decía estar en contra de la idea de Borges, del libro como objeto sagrado. Habrían libros que merecen ser rescatados del basural y otros que merecen permanecer ahí, indefinidamente. El libro per se no sería objeto de devoción. La basura como la anti biblioteca, como la antología del desperdicio. Sacar de ahí algo o echarlo vendría siendo lo mismo que leer o dejar de leer. La lectura como un acto de reciclaje o de desecho.

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