jueves, 14 de diciembre de 2017

En toda la esquina de Condell con Edwards, un puesto de libros, entre ellos best sellers y clásicos. Desde John Green a Arthur Miller. Frente suyo, un loco sentado bajo la sombra de un árbol, vendiendo discos. Desde Deep Purple a Deftones. Más allá, casi al llegar al próximo árbol, una joven haitiana se ponía a un costado de la acera a ofrecer los ya populares Super 8. Al pasar justo uno de los clientes masticando un bocado, aparecía un sujeto con megáfono, vociferando algo sobre el gobierno a viva voz. No era ni evangélico ni vocero eleccionario. Simplemente, cuando el resto vendía, se dedicaba a gritar una cuestión referente a la política. Si no fuera por la connotación negativa, capitalista, del término, diría que cada una de las escenas descritas, al alero de la plaza de la victoria, podrían conformar, con toda justicia, un micro cosmos del libre mercado.

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