viernes, 15 de diciembre de 2017

Después de ver Los últimos jedis, se hacía tarde, y la salida era la de emergencia. Algo en el ambiente se sentía perturbador, a pesar de los aplausos unánimes de la gente. Un leve dolor de cabeza comenzaba a aflorar, producto de la experiencia, el encierro, el calor. ¿O tal vez por una perturbación en la Fuerza? La cosa es que iba bajando la escala de emergencia, y afuera juré que había una joven vestida de Rey. Quise ir a saludarla, pero algo en el interior (nuevamente ¿la Fuerza?) me impedía hacerlo. La joven iba acompañada de sus padres. ¿Habrá sido solo una proyección o el propio personaje iba poseyendo la forma de la fanática?. Al notar que se perdía entre el gentío del cine, quedé todo el tiempo con la idea de decirle que Rey era la única que salvaba la nueva saga. Intuía la respuesta, y luego me imaginaba diciéndole que fuese testigo de cómo morían los viejos ídolos de la franquicia, para dar paso a los nuevos, en un intento de reciclar una lucha que ya parece tener sus días contados producto de su propia redundancia. La idea de esa Rey rescatada entre el aparataje comercial y los voladeros de luces galácticas, era posiblemente la perturbación que sentía al comienzo, que había cobrado forma y que buscaba salir a flote en todo el recorrido desde la salida de la sala hacia la calle. O a lo mejor, no era nada más que una obsesión cinéfila producida por la saturación de la fórmula y de la emoción. Ya ida Rey, su imagen, veía cómo todo el exterior del cine lo cubrían las luces artificiales de Navidad y la oscuridad de la noche que iba aumentando con los postes en mal estado. Era la metáfora del destino de la cinta, o quizá, la del destino de la propia saga. Sin embargo, algo en ese descenso a lo oscuro me indicaba que todo estaba, en cambio, destinado a repetirse indefinidamente, acaso sin un clímax ni una conclusión honrosa: la resistencia contra el imperio, el jedi contra el sith, la nobleza contra el odio, o en última instancia, el pasado contra el futuro, o la verdad contra la mentira, cada uno de ellos, solo aspectos superficiales de esa gran fuerza centrífuga, de esa gran fijación perpetua en la que la guerra de las galaxias había convertido nuestras vidas.

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