viernes, 1 de agosto de 2014

Se escribe al comienzo y durante como puro impulso, ánimo de seguir. Se deletrea la ficción a costa de provocar un club de fanatismo y de inquisición. El resto que se gesta a partir del famoso "oficio" (la mayor capacidad, lecturas, conocimiento) se da en el camino, entre los ripios, entre los errores. Hay una manía por "escribir bien", que deriva de una exigencia canónica o lo que llama Bloom, angustia de la influencia. “La literatura puede servir como ensayo para aprender a desleer un mundo"... pero las definiciones no importan mucho, si lo que se desarrolla en la práctica es indeterminado. La critica academicista, abogados del diablo, no debiese desalentar a los aficionados. Si tu novia te anima a seguir, el resto importaría poco, o como algo anecdotico, pero no determinante. Se arma una serie de cofradías, de pequeños santuarios o antros de lectura, ya no se aspira en el fondo a un paradigma, es preciso conocerlo, pero lo que se hace en la práctica es más bien una necesidad compulsiva, una forma de extirpar el órgano de las significaciones.

No hay comentarios.: