“Historias que no transcurren por miedo a tener sentido…” era una frase leída en tiempos de universidad, sobre un muro a la altura de Avenida Brasil con calle Simón Bolívar. Hoy ese muro ha caído y, en su lugar, hay un edificio moderno. En mi mente, sin embargo, ese muro y esa frase aún están en su lugar. Su caída se niega a ser registrada, precisamente porque se niega a transcurrir. En la negación radica su sentido. Hay, dentro de mí, un edificio que todavía no se construye, y un muro que se niega a ser derribado para siempre.
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