jueves, 31 de octubre de 2024

Panegírico a "la noche de los muertos"

A esta hora, se escucha a algunos chiquillos repetir el clásico “dulce o truco”. Lo hacen de manera entusiasta, coral. Se alcanza a ver a uno con el disfraz del Guasón y a otro con una capa negra y un par de cachos. Podrá parecer una travesura inocente, pero la verdad, carísimo lector(a) es que hay un secreto detrás de todo.

En el Halloween de hoy en día existe un pacto simbólico que se resume en la pregunta: ¿truco o trato? Se puede traducir también como “dulce o truco”. Los niños que recorrieron las calles, vestidos de diferentes personajes oscuros, la repiten puerta a puerta, haciendo suyo el enigma. Quien recibe a los niños, debe enfrentarse a la pregunta como Edipo se enfrentó a la esfinge, o como el incrédulo se enfrenta a una proposición extraordinaria, fuera del orden conocido por su limitado reducto.

En el mundo celta, los sacerdotes y sacerdotisas eran los que recogían las ofrendas por las casas, y posteriormente, aparecieron otras personas disfrazadas que se hacían pasar por los espíritus, para recibir toda clase de ofrendas en su nombre. Incluso se dice que personificaban a los espíritus del invierno que exigían una recompensa a cambio de un buen augurio.

El truco o trato, el “dulce o truco” repetido por aquellos niños refleja un diálogo entre el mundo visible y el invisible, entre la casa que representa la zona segura, nuestro terreno firme, y lo que aparece afuera de ella; algo que, de alguna u otra forma, escapa a nuestro control y nuestra comprensión. Así, la puerta de la casa se vuelve un umbral hacia lo desconocido, una invitación a lo oculto. El umbral representa la frontera límite entre los mundos. Como decía Mircea Eliade: “el umbral es, a la vez, el hito, la frontera que opone dos mundos. Son muchos los ritos que acompañan al franqueamiento del umbral doméstico”.

Desde lo simbólico, nos habla de la voluntad de pactar con aquellos espíritus extraños dándoles un pequeño tributo. Ese tributo serían los dulces, parte del rito para apaciguar a lo espíritus y canalizar su energía. Aun en el contexto desacralizado, descafeinado y comercial del Halloween actual, este gesto tiene un significado profundo, uno ritualístico, remanente de las viejas tradiciones, en donde el sacrificio era necesario para restablecer el orden y no sucumbir ante el caos que sucede a la realidad.

Para la psicología profunda, la interacción en el umbral entre el truco y el trato reflejaría el proceso interno de negociación con la sombra. El trato simboliza la integración consciente de lo oscuro en nuestra psique, entiéndase por “lo oscuro” nuestros miedos arraigados y nuestros deseos reprimidos, muy al fondo en el sótano de la mente. El truco, en cambio, encarna la manifestación de la sombra en nuestra vida cotidiana, su carácter disruptivo. Como señalaba Carl Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.

Así que cada vez que vea a algún niño o niña chica por las calles, repitiendo aquella fórmula a viva voz, resguardados por sus padres, de noche, como pequeños monstruillos, piense en cada uno de estos elementos, banalizados por la mercadotecnia y el dogmatismo de ciertas doctrinas. Vea una buena película de terror o lea un buen cuento de misterio y suspenso y disfrute la velada, sin miedo, invitando a los espíritus en son de paz, para sumarse a la fiesta.

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