Me he dado cuenta que es todo un arte soltar y dejar ir, en el momento adecuado, y de manera conversada. No es fácil atesorar los recuerdos, los sentires y las vivencias y, al mismo tiempo, aplacar la tempestad del corazón, para que todo siga su curso natural. Hay, en el control del apego, una ciencia inadvertida, quizá una alquimia del sentimiento que supera la ruptura y vela por la sana comprensión de la persona querida, más allá del vínculo romántico. Se asume la vereda por la que transitamos y se acepta, con serenidad, el destino.
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