viernes, 4 de octubre de 2024

Hay un "exilio hacia adentro" del que hablaba Enrique Lihn y otros metapoetas: el "inxilio". Ese hecho de estar, pero no estar. Permanecer, a pesar de todo, donde ya no eres necesario ni imprescindible, apenas un fantasma esforzándose por desaparecer todavía más, apareciendo a tientas por motivos aleatorios. Lo pensé al recorrer las mismas calles de siempre, las de antaño, en circunstancias de que ya no frecuento los mismos círculos y de repente me topo con algún rostro del pasado, haciéndole el quite o, cuando ya el trato es inevitable, esbozando una sonrisa irónica, un gesto distante y a la rápida, para demostrar que el abismo que me separa de aquella gente sigue intacto. Por lo pronto me quedo en la ciudad que me vio crecer, la de mis más grandes pasiones y también las de mis más hondas heridas, y supongo que habrá que seguir lidiando con aquellos viejos extraños, porque la calle es libre, porque no le pertenece a nadie, porque solo nos pertenece el paso en falso o la evasiva para cruzar hacia la otra vereda y continuar el camino, tranquilo, firme, en soledad.

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