domingo, 13 de octubre de 2024

Crítica a la película El lugar de la otra de Maite Alberdi

Vi El lugar de la otra de Maite Alberdi, sobre el crimen del Hotel Crillón que tuvo por victimaria a la escritora María Carolina Geel. Al menos, eso es lo que nos vendieron, en un principio, porque la película más bien tiene por protagonista a Mercedes (Elisa Zulueta), la secretaria del juez encargado de juzgar a la acusada. Todo el foco de la trama se centra en ella y en cómo el caso irrumpe en su vida e influye en su manera de concebir el rol de la mujer en la sociedad chilena de los cincuenta.
Se comprende que la premisa de Alberdi era presentar la evolución del personaje de Mercedes, (aburrida de ser solo madre y esposa) al habitar el espacio y, por ende, el estilo de vida burgués de la escritora. Una tesis, por cierto, muy en la línea de Virginia Woolf. Sin embargo, se extrañó en la cinta la mirada de la escritora. El personaje de María Carolina Geel (Francisca Lewin) aparece apenas como figura anecdótica, desaprovechada en su enigmática psicología y en las repercusiones sociales y literarias del asesinato de su amante.
Francisca Lewin estuvo soberbia interpretando a otra escritora chilena icónica de la alta alcurnia: Teresa Wilms Montt, pero aquí, en el papel de Geel, se pasea por los pasillos del juzgado y de la "Casa Correccional" (todo un lujo para la magnitud del crimen) como una representación pálida de sí misma, demasiado borrosa, sin el suficiente vuelo. Hubiera sido mucho mejor, a mi juicio, adentrarse en los momentos previos al asesinato en el Hotel Crillón, con un toque de novela policial. Se hubiera realizado un acercamiento a los posibles móviles que tuvo la escritora (hasta el día de hoy, desconocidos, meras conjeturas literarias), a través de una intensa y pulcra dramatización de su vínculo con su amante, Roberto Pumarino (Nicolás Saavedra).
Junto a eso, la película podría haber hecho un seguimiento a la investigación judicial en torno al caso, el impacto en la prensa de la época, amarillista hasta los tuétanos, y en el mundo literario de aquellos entonces. Fue tanta la repercusión que el crítico Alone se pronunció sobre las (sin)razones de la escritora, incluso intercedió por ella la poeta Gabriela Mistral para lograr un indulto presidencial de parte del mandatario Carlos Ibáñez del Campo.
Otra mirada posible podría haber sido la relatada en su novela Cárcel de mujeres, obra que Geel escribió durante sus días de encierro. En esa sola novela, de hecho, se podría haber ahondado en la misteriosa psicología de la escritora y en la realidad carcelaria femenina de los cincuenta en Chile. Tendría para una película propia, o hasta para una serie. Pero el propósito de Alberdi nunca fue ese. Fue, antes que nada, enfocar el peso de la historia en la actuaria, cómo Geel fue, para ella, esa figura femenina, transgresora, que la ayudó a emanciparse y a mirar su propia vida desde otra perspectiva, una quizá más liberada o, mejor dicho, acomodada.
Los que pensaron, como yo, que El lugar de la otra se trataría exclusivamente sobre el sonado crimen de la escritora María Carolina Geel en el hotel Crillón, y esperaban algo así como un thriller policiaco de época con motivos literarios, saldrán decepcionados. Tal vez, en un futuro, pueda ser posible una adaptación policial de Cárcel de Mujeres o una representación más en clave dramática sobre el crimen protagonizado por la escritora, crimen que, lejos de condenarla a la ignominia, la catapultó a categoría de autora de culto. Una verdadera mujer fatal de las letras. Por lo pronto, toca ver El lugar de la otra, disfrutando, sin culpa, la impecable fotografía y la maravillosa ambientación, cuyos planos y parajes rezuman elegancia, aunque, a ratos, se vuelven demasiado esquemáticos, sin esa profundidad que un dramón bien narrado y ejecutado requería, para dotar a la obra de esa cuestión tan romántica y, al mismo tiempo, tan visceral.

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