sábado, 10 de agosto de 2024

“¿Has soñado con OVNIS o extraterrestres?”, me preguntó mi polola en la mañana. En un principio, se lo negué, pero luego recordé un destello remoto de un sueño sobre un objeto volador que más bien se trataba de una luz en el cielo, amenazante. “Ahora que lo pienso, sí”, le respondí. “Yo siempre he asociado ese sueño con algo malo. Puede que esté influida por las películas o por la literatura sobre invasiones”, comentó ella, tratando de explicar su inquietud. “Creo que soñar con algo así te lleva a imaginar siempre un escenario negativo, y puede que sí esté influido”, le asentí. En efecto, aquel destello, aquella luz en el cielo de mi sueño se sentía como una auténtica invasión, reminiscencia de algo escatológico, de algo que estaba precipitando un final.

Como analogía a este avistamiento, vi hace poco un canal de Misterio en el que se dice que un ex agente de la CIA, llamado Jim Senivan, afirma que no se tratan de extraterrestres aquellas apariciones registradas por el Servicio Secreto de Estados Unidos, sino que de algo más, y cuyo solo anuncio público a la sociedad resultaría devastador por lo incomprensible. En suma, el Servicio Secreto estaría al tanto de la realidad de este fenómeno, pero no de su verdadera naturaleza. Se trataría de entidades a medio camino entre la consciencia y la teoría cuántica, o bien, una mezcla de ambas. “La verdad es indigerible” mencionó Senivan, lo cual suena más a una excusa para no revelar la información detrás del asunto ovni. Si el misterio sobre la existencia de extraterrestres está realmente relacionado con el misterio aún mayor de la consciencia, puede que, con dicha revelación, se abra una fosa todavía más grande con respecto al conocimiento de prácticamente todo.

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