martes, 25 de junio de 2024

Me doy el tiempo de editar los poemas de un amigo poeta del puerto. Ya me confió su primer libro para prologarlo. Más tarde, me pidió que le prologara una antología de poesía, organizada por él mismo. Ahora, vuelve a la carga con un segundo libro. También quiere que se lo prologue. Reviso el estilo, la redacción y la ortografía de los textos, sin ahondar en su contenido, con alguna que otra sugerencia.

Hay algo en el trabajo de edición que lo vuelve íntimo. No me considero un profesional en la materia, aunque sí un aficionado. Y hay algo en esa calidad de aficionado que te involucra libremente con el trabajo del otro. Luego, ese trabajo se siente como propio, no en el sentido de apropiación, sino que de compromiso. Ahí no media el mero interés económico, ni las ganas de figurar, únicamente la confianza en la palabra empeñada y un gesto de apoyo genuino en el proyecto, porque se cree necesario, porque se siente necesario.

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