lunes, 29 de enero de 2024

El psicólogo Daniel Benavente, perito de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, hablaba de que, en la actualidad, existen varios “apartheid” simbólicos, consecuencia de una sociedad polarizada que idealiza a unos y devalúa a otros, bajo una lógica tribalista. La falta de matices, el sesgo confirmatorio, la ofensa, la escasez de reflexión, de empatía y de aprendizaje, en síntesis, la ausencia de inteligencia emocional, constituyen síntomas de una enfermedad que se expresa en el plano de la cultura. Así, el sistema límbico promueve el favoritismo; el cerebro reptil, promueve la violencia visceral ante la intolerancia; y el neocórtex, sin su capacidad reflexiva, acaba proyectando una visión bidimensional de la realidad, selectiva. Supe sobre las reflexiones del psicólogo en un seminario que dictó llamado "Bomberos Emocionales, el paradigma del Equilibrio Social”. La cuestión esbozada por él entronca perfectamente con la idea de la atomización del individuo en un marco de relaciones cada vez más líquidas como huella de la posmodernidad, aunque también se relaciona con la existencia de grupos con posturas monolíticas, el fenómeno de “barra brava” vivido en lo social durante los períodos álgidos de los procesos políticos chilenos del último tiempo. Se vivenció en carne propia el grito de la “patota” en contra del adversario político, la neutralización del otro en los enfrentamientos discursivos y los ataques personales cada vez que fulgía el disenso legítimo frente a tal o cual tema. Me pregunto hasta qué punto este fenómeno analizado de manera certera por un perito tiene un alcance en cada uno de los aspectos de la vida en comunidad y permea inclusive la orgánica misma de las instituciones no solo a nivel nacional, sino que global.

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