jueves, 25 de mayo de 2023

Hay un alumno llamado Dante, al cual siempre le digo "Dante Alighieri". Parece sentirse halagado. Cada vez que lo saludo, menciono el nombre del florentino. El otro día, el cabro me detuvo en el patio para contarme algo: "Profe, el médico también me llama Dante Alighieri", confesó. "Soy famoso", concluyó. Le aplaudí al paso, brevemente, como quien aplaude a una figura reencarnada. ¿Fue la mención a su fama irónica? ¿O la proyección del florentino en su persona lo que me motivó a aplaudirle? Hay un punto en que el nombre se hace indistinguible del símbolo. ¿Será acaso el colegio, para este cabro, un infierno o un purgatorio? Puede que solo saliendo de él, llegue a saberlo.

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