miércoles, 15 de marzo de 2023

"¿Por qué nos hace escribir tanto a mano en clases?", me preguntó un cabro, estresado. Le dije que de eso se trata, que se requiere costumbre; si no, les mandaría a hacer todo para la casa y aprovecharían de meterse a Chat GPT. "¿Qué es eso?", preguntó el mismo cabro. "¿En serio no cachas?", le dijo, extrañada, una compañera. "Es una página en la que chateas con una Inteligencia Artificial y te escribe todo lo que le pidas". El cabro quedó sin palabras. "¿La dura?", preguntó, asombrado. "La dura", contestó la compañera. "Ideal para nosotros". Esbozó una breve sonrisa. Algunos ya estaban enterados de las maravillas de esta nueva IA; otros, increíblemente, aún no tenían idea. Se armó entonces una conversación en torno a quiénes iban a hacer todas las tareas con GPT, y si acaso los propios profesores también hacían trampa. "Por eso les hago escribir en clases", les repetí. "No sacan nada con dejárselo todo al chat si no saben lo básico". Otra alumna intervino. "¿Y cómo sabría usted si un texto lo hicimos nosotros o lo hizo el chat?", preguntó. Era, ciertamente, la pregunta que estaba esperando. Le dije que había métodos de interpretación, que dependía de las instrucciones y del tipo de textos, pero llegaría un punto en que iba a ser prácticamente imposible distinguir un texto escrito cien por ciento a pulso de uno diseñado por IA. En ese límite posible entre creatividad, autenticidad y honestidad intelectual se iba a decidir, muy a nuestro pesar, el derrotero del taller de escritura: en la prueba de fuego del algoritmo y la palabra.

No hay comentarios.: