sábado, 25 de marzo de 2023

Yendo de la cama al Metaverso ¿quieres "hacerlo"? (artículo)

Durante el período álgido de pandemia y cuarentena masiva, muchos países recomendaron el "sexo a distancia" mediante videollamadas, telefonía y mensajería instantánea con la práctica conocida como sexting, consistente en el envío de mensajitos y audios subidos de tono. Se decía que había que evitar el contacto sexual para no propagar el bicho, lo que no implicaba afirmar que el acto sexual era contagioso de por sí: solo lo era el riesgo de contagio ante la proximidad física. Todo apuntaba hacia un sexo cada vez más aséptico. Lógicamente, los solteros tenían que rebuscárselas y recurrir a estas alternativas en aras del mandato sanitario. En caso contrario, siempre estaba el encuarentenado autogoce, una banda ancha poderosa y una imaginación a la altura de las circunstancias.

A tres años de aquellas medidas de excepción, Guido Girardi, ex PPD y vicepresidente ejecutivo de la Fundación Desafíos del Futuro, expuso, en el programa Buenas noches a todos, las bondades del nuevo Metaverso, pensado por el dueño de este boliche virtual. Algunas de estas bondades tenían que ver, precisamente, con el sexo: "Tú vas a poder tener una relación sexual con la pareja de tus sueños, aquella que siempre soñaste. La vas a poder tocar, vas a sentir lo mismo, la tecnología háptica va a ser indistinguible", dijo, con sumo entusiasmo. Pese a esto, Girardi luego caviló sobre las consecuencias de esta tecnología: "Puede ser que un día, cuando salgamos del Metaverso, hayamos perdido la capacidad de pensar, sentir y de amar por nosotros mismos, y seamos un ente dependiente". En efecto, lo esbozado por Girardi puede ser interpretado como el siguiente paso, la consecuencia necesaria de la incomunicación forzada: el sueño húmedo de Baudrillard, llevado a un nivel cibernético.

Nada que involucre los cinco sentidos. En su lugar, una réplica hecha íntegramente por datos, una experiencia inmersiva digital, que puede llevar los límites del placer más allá de la carne. Ya nada que involucre lo íntimo, porque nada de lo que uses en el acto será tuyo. Todo pertenece a la Nube y todo puede ser controlado, expuesto a la luz de los cibervigilantes, cual voyeristas impunes. El universo distópico retratado, en formato comedia, por la clásica película El demoledor de 1993, ha sido premonitorio e incluso ha quedado un poquito atrás. En otras películas más recientes, ya se ha representado, por ejemplo, la idea de un "meta amor" que trascienda lo orgánico, como en el caso de Her de Spike Jonze (2013). Además, ya se ha visualizado, en el episodio Be right back de la serie Black Mirror, un futuro donde una viuda puede, perfectamente, tomar todos los datos de internet de su difunto marido y subirlos a la Nube para "revivirlo" y luego insertar su información en un nuevo ser (trans)humano, a imagen y semejanza, buscando, con ese acto de suplantación, burlar a la muerte y, de paso, inmortalizar la vida artificial.

El negocio de la IA, por su parte, bulle más que nunca, destronando incluso un muy rentable emprendimiento: Only Fans. Hace poco, salió una noticia sobre algunos usuarios de la plataforma erótica que acabaron comprando imágenes de modelos hechas enteramente por Midjourney, acaso sin saber si se trataba de modelos reales. La excusa para esto sería que algunos prefieren a las modelos hechas por algoritmos o, mejor dicho, que algunos solo les alcanza para fantasear con ellas ¿Quién puede explicar esta patética realidad? En definitiva, las posibilidades de la IA, en materia sexual y amorosa, son potencialmente infinitas.

Quienes todavía no nos dejamos invadir del todo por la idiocia del Metaverso, la generación Millenial junto a la generación X hacia atrás, nacidos y criados aún en un paradigma analógico, estamos blindados contra esta nueva oleada antinatura del transhumanismo. Podemos sentirnos agradecidos de haber probado el auténtico "delicioso", sin circuitos ni simulaciones. Podemos sentirnos afortunados de haber experimentado, por lo menos durante algunos minutos, la "sombra del éxtasis", acaso con fluidos y decepciones, con sombras, reproches y energía oscura, pero con alta sangre y pasión humana, porque, como decía el gran Henry Miller: "cuando el sexo ríe, un terremoto sacude el mundo, estremece el edificio de la Bolsa y derrumba sin remisión los templos".


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