domingo, 11 de septiembre de 2022

Nuevas fuerzas contra el nuevo proceso constituyente: aprobistas y rechacistas unidos, jamás serán vencidos

"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente". Gustave Flaubert.

A una semana del triunfo del Rechazo, las distintas fuerzas políticas se han disgregado para luego volver a converger en un mismo punto, aunque por razones diferentes. ¿Cuál es ese punto? Su radical cuestionamiento al nuevo proceso constituyente impulsado por los partidos del oficialismo de izquierdas y la centroderecha. Algunos de los votantes del Apruebo ahora rechazan este proceso, aludiendo a que se trata de una “cocina” hecha “a espaldas de la ciudadanía”, todo lo contrario a lo que, según su perspectiva, proponía la primera Convención. Veían en la Constituyente el caballo de batalla que aseguraría una instancia verdaderamente democrática, –pese a todos los reveses, errores y excesos ocurridos-. Para ellos, aprobar habría demostrado que los convencionales pudieron canalizar las demandas del espíritu octubrista, mediante un mecanismo inédito en la historia de Chile, contrario a la oligarquía de los partidos políticos, defensores de la estructura económica corporativista. De modo que el haber rechazado el texto constitucional, implicaría, finalmente, volver al punto de partida, podría decirse que, hipotéticamente, al 17 de octubre del 2019, un retorno simbólico al anterior estado de cosas, en donde no había conseguido instalarse con tanta fuerza y contundencia este oleaje insurreccional.

Por otra parte, algunos de los votantes del Rechazo, ebrios en su catarsis triunfante, ven, sin embargo, que nuevamente la clase política está desobedeciendo un mandato constitucional al maquinar otro proceso sin respetar el arrollador resultado. Aquel mandato señalaba, en su artículo 142, de la ley 21200 que “si la cuestión planteada a la ciudadanía en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución.” Contra todo pronóstico, entonces, la clase política de gobierno y de oposición “pactan” un nuevo acuerdo sin siquiera plantear la posibilidad de otro plebiscito de entrada. En este caso, muchos votantes del Rechazo se muestran reacios a una Nueva Constitución, tomando como argumento lo ocurrido durante el anterior proceso constituyente e incluso los acontecimientos que azotaron a Chile desde el 18/10, pasando por el plebiscito de entrada, el período de las presidenciales y luego el plebiscito de salida, todo lo cual se resume en un inusitado ejercicio de la violencia como acción política, un clima país repleto de incertidumbre social y económica y una división ideológica siempre al borde de la radicalidad. Entonces, una gran cantidad de votantes del Rechazo lo hicieron ex profeso, en contra del gobierno de Boric, la clase política y el propio proceso constituyente, posición que ahora están dispuestos a defender a ultranza, con el temor de que los políticos “vendidos al globalismo internacional” vuelvan a repetir la experiencia dantesca vivida durante estos dos últimos años.

En suma, estos dos bloques de votantes aprobistas y rechacistas llegan a la misma conclusión, por caminos disímiles: rechazar, de ahora en adelante, cualquier intento de reanudar el proceso constituyente. Los primeros, ven en la oligarquía política y económica representada por el Congreso y el gran empresariado el gran enemigo que planea realizar una Carta Magna “a su pinta”, traicionando, una vez más, al pueblo chileno, tal como habría ocurrido con la vigente Constitución que ellos siguen asociando al corazón del legado dictatorial. Los segundos, en cambio, ven un enemigo más grande. Disparan contra la clase política de izquierda y derecha que se propone redactar una Carta Magna al ritmo de las directrices globalistas de la Organización de las Naciones Unidas y otras entidades transnacionales, pasando a llevar cualquier lineamiento soberano y la dinámica de la institucionalidad de la nación.

Si bien aquellos bloques comparten un sentimiento colectivo común, han identificado, cada uno desde su óptica ideológica, solo una parte del problema, y han apuntado solo a una cabeza de la gran Hidra. Por ende, creo que el verdadero desafío, la lucha crucial, en esta encrucijada histórica, será poder conciliar ambas fuerzas en la arena ciudadana, sin ánimo de rencillas y divisiones internas, para conformar un gran bloque, una masa crítica que defienda, desde sus propias veredas, el interés del pueblo y de la nación chilena, por sobre el interés de los políticos vendepatrias, manipulados de facto por el gigantesco conglomerado globalista que no cesará en su propósito de articular a los países y su gente bajo su órbita de poder. El desafío parece imposible, pero resulta, a mi juicio, la única estrategia eficaz para frenar el avance de las fuerzas foráneas, invasoras del ethos nacional. Este enclave tendría que invocar una nueva consciencia y demostrarle a todo Chile que, en el nuevo escenario geopolítico mundial, ya no se juega solo la lucha por la administración del Estado ni la constante histórica de la lucha de clases, sino que la existencia y la sobrevivencia de nuestra propia casa, la patria, como polo de poder soberano, con el riesgo de naufragar y fenecer, ante una inminente Tercera Guerra, un Nuevo Orden Mundial o un Gran Reseteo, de no ser por una voluntad alineada y direccionada que sea capaz de trascender y preservar el espíritu de nuestra historia y nuestro destino.

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