domingo, 1 de mayo de 2022

Paul Auster comenzó a escribir La invención de la soledad cuando supo que murió su padre. En la novela, el narrador trata de reconstruir el vínculo escaso que tuvo con él. De paso, reflexiona sobre el cómo ser hijo, también sobre el cómo ser padre, la conexión existencial entre el origen y la descendencia y cómo entre ambas media la propia vida y, de suyo, el abandono, la orfandad. “Recibí la noticia de la muerte de mi padre hace tres semanas. Fue un domingo por la mañana mientras yo le preparaba el desayuno a Daniel, mi hijito (…)”, señala el narrador en la novela cual ironía del destino o presagio literario, sobre todo cuando nos enteramos de la prematura muerte de Daniel Auster por sobredosis de drogas. Hace poco, Daniel había sido acusado de homicidio involuntario tras la muerte de su hija, la cual fue encontrada con “los labios azules y los ojos rígidos”, presuntamente por consumir heroína, mientras el padre tomaba una siesta, embotado. Sin duda, estamos ante una cadena de desgracias que para el literato han sobrepasado toda enrevesada ficción por su crudeza y por la directa interpelación a su propia vida. Si Paul Auster tuvo que escribir La invención de la soledad para conjurar a su difunto padre y conjurarse a él mismo como hijo y futuro padre, entonces su literatura se ha encargado de reinterpretar su biografía a la luz de los acontecimientos. No cabe duda: no hay escritura que pueda superar la brutalidad de la realidad. Como mucho, la literatura está ahí para sublimar en clave el horror de las expectativas rotas y las memorias disueltas en el olvido, ese mismo olvido que ha servido de material para la construcción de una nueva soledad, bajo el sarcasmo de las palabras que beben de la ausencia, la desaparición y el deceso. En este punto, resulta inevitable el morbo lector. ¿Qué escribirá Paul Auster a raíz de esta nueva tragedia? ¿Cuál será la novela que conjure, una vez más, la desgracia, la orfandad, la condición de ser: la soledad en medio de la vida y de la muerte? Por lo pronto, nos queda su prosa y también sus versos como una elegía del futuro: El hogar, pues, no es el hogar/Sino la distancia entre /Santos/E impíos. Y quienquiera que se /Ponga/En la piel de su hermano, sabrá/Qué cosa es el lamento/Hasta el séptimo año/Más allá del séptimo año/Del séptimo año./Y dividirá a sus hijos por la mitad./Y luchará en la oscuridad/Con un ángel.

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