miércoles, 26 de enero de 2022

Un escritor, Pablo Rumel, dijo que soñó conmigo. Aclaró que nada homoerótico. Soñó que iba a Valparaíso y que leía mi nueva obra. Según él, lo interesante de la escritura del sueño era que tenía un estilo de prosa muy peculiar. Enumeraba cada párrafo e intercalaba extractos enciclopédicos tipo Wikipedia, pero de manera paródica. Luego de contarme su sueño, le dije que me estaba dando ideas oníricas para un próximo experimento narrativo. El año pasado habíamos hecho un juego de escritura con una chica que consistía en relatar nuestros sueños al otro y luego reinterpretarlos en clave crítica, como si se tratasen de relatos de ficción. Ahora, este compadre me propone algo más cuático: escribir un próximo libro inspirado en su sueño sobre mi nueva obra. Un texto basado en la lectura del sueño del otro, o un texto que parte de un sueño sobre una lectura de un libro onírico. Ya lo decía Shakespeare: “estamos hechos de la misma materia de los sueños”. Por extensión, su materia textual. Pero cabe aclarar que: “nuestra pequeña vida puede terminar durmiendo”.

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