sábado, 17 de julio de 2021

De manera sincrónica, tanto en Grecia como en Francia se han levantado contra la política estatal de vacunación y contra el verdadero apartheid para los no vacunados.

Miles de ciudadanos griegos corearon "las vacunas son un veneno" frente al Parlamento en Atenas, tal cual si fuese la plebe en un coro trágico. El gobierno griego ofrecía un cheque de 150 euros a los jóvenes a cambio de inocularse. Un verdadero mercado de la muerte.

Mientras tanto, en París, la fiesta nacional francesa se volvió la oportunidad para protestar contra el presidente Macron, tras exigir este un certificado covid o una prueba de PCR negativa para poder ingresar a bares, restaurantes y cines. “Libertad” era la proclama genérica, archiconocida pero siempre contingente.

Los reaccionarios de siempre dirán: los antivacunas se están tomando Europa o los conspiranoicos quieren tomarse el poder. Muchos de estos reaccionarios se dicen, a sí mismos, revolucionarios, obedeciendo los lineamientos de la OMS y creyendo de rodillas en el manejo burocrático de las libertades civiles. Para ellos, hay una sola revolución válida, y es la que reclama más presencia del Estado en la vida de las personas. Un total contrasentido.

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