viernes, 13 de septiembre de 2019

Daniel Johnston, RIP

Algo escribí sobre Daniel Johnston hace años, el 2014 para ser más exactos, en una especie de proyecto de críticas musicales. Aquí lo vuelvo a postear, a propósito de su temprana partida: 

Daniel Johnston, el genio loco, como Syd Barret o Brian Wilson. Aquellos que lidian con la enfermedad como un huésped, y le dan de comer con la misma mano que escribe la melodía, en ellos la música es como una presencia que los posee, un Otro, una realidad doliente, viva. Eso lo supo Cobain, depresivo como su ídolo, en una tentativa de invocar la belleza clandestina de los "raros", en medio de la maquinaria del pop: "corromper el imperio desde adentro", y corrupción aquí significa entronizar a los fracasados, que la enfermedad y la exclusión engendran la vitalidad del abismo, en un lenguaje y un rumor brutal, auténtico; un instante en que la cultura de los populares se desnuda, se delata a sí misma como un círculo de favores y de traiciones. Entonces, como en la consigna de su primer disco (hi, how are you?), este sentimiento saluda al mundo de la parafernalia, y Johnston consigue la sintonía con ese espíritu alternativo, en figuras como Bowie, Tom Waits, el mismo Cobain, Sonic Youth. Toda la atmósfera del rock se baña de esa respiración bipolar, esa honestidad que en los "raros" es po-ética, y se despoja un momento de velos, luces y cámaras para escucharse en esas voces y cuerdas, que vibran bellas con la fragilidad de todo. Allí los raros son la música de la vergüenza que cava en los corazones mediáticos. El propio Johnston atestigua en varias entrevistas, en medio de largas giras por Europa, ese silencio, el camino del arte, como reza en una de sus canciones: "El artista camina solo".


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