sábado, 23 de junio de 2018

En El exorcista fue Pazuzu. Ahora en Hereditary fue Paimon. A la salida de la función, una joven comentaba haber quedado pa la cagá. Asombro fue poco. Intriga, pavor por la maquinación, por el descubrimiento de fuerzas siniestras, tal vez. Hace tiempo que una película que se dice de terror efectivamente no me asustaba. La última creo fue La noche de los muertos vivientes. Pero era demasiado chico. Aún me pasaba rollos en la oscuridad. Con esta, en cambio, el demonio queda invocado, de a de veras. 

(Fui cero expectativa. Al principio parecía una peli genérica, pero la tensión y el horror fueron in crescendo, tanto así que el ruido de las palomitas y el murmullo de la gente desaparecieron conforme avanzaba la trama, hasta llegar a un silencio inquietante).

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