viernes, 25 de mayo de 2018

Un alumno en clases: -Profe ¿usted ha probado el LSD?-. -No, ¿por qué dice eso?-. -Es que tenemos que disertar para educación física, sobre las drogas-. -Ah, muy bien. Es un alucinógeno muy famoso-. -Sí, ¿pero ha probado otras sustancias?-. -No-. -¿Pero usted no fuma, no toma, nada?-. -Tomo de vez en cuando, para ocasiones especiales, cuando amerita nada más-. -Ah, pero qué fome profe, jajaja-. Decir la verdad en este caso habría sido poco profesional. El caso es que el chico se fue con una sensación leve de que le estaba mintiendo. Y con justa razón. Su intención tal vez era recabar información sobre el lsd de parte de alguien "experto". Podría haberle explicado con lujo de detalles, pero aquí la mentira fue protocolar. A eso se referían en el PIE sobre "mantener un estilo de vida acorde al ejercicio de la docencia": mentir con tal de no quedar frente al alumnado como un yonqui polémico sin moral para formar a sus jóvenes almas. Pero todo sea con tal de mantener una imagen correcta, aunque esa imagen no sea más que una alucinación curricular.

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