lunes, 8 de enero de 2018

Dando su vuelta nocturna por el plan, un día domingo, noto que hay en el vacío de Aníbal Pinto algo que lo sustrae de sí, de su algarabía habitual, una serenidad sospechosa, un tanto inquietante. Los que son de ahí lo saben. Se puede reflejar en la acera sin comercio, en un par de buses de carabineros estacionados de punto fijo y en una señora con un niñito esperando la micro bajo el foco malo, frente a un joven tirado en el suelo, derramando lo poco que le quedaba en la botella ante la mirada impávida de los que allí pasaban.

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