jueves, 20 de abril de 2017

En relación al censo, una amiga se refirió a una pregunta conflictiva. Extrañamente, como la mayoría señala, no la pregunta sobre quién era el "jefe del hogar", que producía anticuerpos al asociarse al discurso de género, sino que la pregunta relacionada con la pertenencia a algún pueblo indígena u originario. Decía que la pregunta estaba mal planteada, porque señalaba explícitamente que si el censado se "consideraba", no si pertenecía, cuestión que queda a criterio subjetivo de cada individuo. Por ejemplo, si alguien del extranjero viene y por uno u otro motivo se considera mapuche, no siéndolo, tendría que colocar esa opción como válida; o, yendo todavía más lejos, si un rapa nui de repente considera que se siente identificado con otra etnia que no sale en la lista tendría toda la libertad de colocar cualquier clase de etnia en el apartado "otros", por rebuscada o absurda que resulte. El criterio entonces, al no estar bien demarcado, se encuentra con un callejón sin salida, y da para imaginar o inventar prácticamente cualquier cosa sin restricción, salvo el que cierta lógica al uso dictamine como inviable o derechamente fuera de lugar. La palabra "considerar", que en este caso significa creer, estimar, juzgar, verbos personalísimos, derivada originalmente del latín, "observar a los astros", rompe con el límite político y va más allá de la pura estadística. Entra en el terreno de la subjetividad, donde no existe otro censo que el de la imaginación. Merced a este error no forzado, cualquiera podría considerarse originario de cualquier lado (o de ninguno) si así lo prefiere, con todo derecho, siendo tomado por un loco pero con todo el vacío de la ley a favor de su inubicabilidad. Hubiera querido trabajar en el censo solo para leer las más disparatadas y surrealistas respuestas que hubiesen surgido de esa pregunta mal hecha.

No hay comentarios.: