sábado, 15 de abril de 2017

Se dice que estos días son dedicados a la reflexión. La pura y sagrada reflexión, libre de instituciones y de restricciones. Me gusta pensar en esa figura como algo enteramente subjetivo, personal. Me gusta pensar que hay en el creyente algo enteramente humano que lo une, que lo "religa" a su esencia más allá del acto proselitista de la adscripción a una cosmovisión. La fe como un nicho misterioso, destinado únicamente a una reflexión personalísima, sin intermediarios, representaciones ni idolatrías. La reflexión sobre la individualidad siendo confrontada, interpelada constantemente por lo inconmensurable, llámese infinito, absoluto, "divinidad". La verdad pero también el misterio del pensamiento, invocando secretamente la irreductible verdad y el misterio del universo.

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