miércoles, 28 de diciembre de 2016

La devoción férrea por el trabajo tiene en realidad un origen religioso. De acuerdo a Max Weber dataría del calvinismo, que planteaba que la salvación del individuo venía predestinada por mandato divino, pero como era imposible saberlo, solo restaba el trabajo duro y la necesidad de éxito como garantía. Nuestros padres nos han inculcado esta necesidad, con la mejor de las intenciones, pero inconcientemente, desconociendo su raíz eminentemente protestante. Por eso entiendo a los que se enorgullecen de su trabajo duro solo bajo la óptica de su creencia particular. No los culpo. Solo molestan cuando tratan de enarbolar el trabajo por el trabajo como regla universal. Para los que no creen en esa vieja concepción calvinista solo les resta el ocio a lo griego. No el ocio malentendido como antónimo de diligencia (virtud cristiana) sino que el ocio como el tiempo libre reservado a las cosas del espíritu. O, por lo menos, a las cosas gratuitas, libres de contrato laboral.

No hay comentarios.: