lunes, 28 de diciembre de 2015


Me envían por inbox el resultado Psu de un alumno particular de Ramaditas. Casi 700 en lenguaje. Esa sensación de victoria pírrica del profesor, viviendo del orgullo ajeno para alimentar el propio. El puntaje del otro es su sueldo. Ayuda a sortear alternativas en una hoja y a eso le llama construir el futuro. Sabe qué otro más logró algo en parte gracias a su grano de arena. Parece el premio invisible pero a la vez una cierta clase de consuelo, una palmadita en el hombro que el destino le ofrece a cambio de una pequeña satisfacción moral, para después volver regocijado y teledirigido a la incertidumbre del contrato.

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