viernes, 5 de diciembre de 2014




En el fondo el misterio sigue siendo cómo es que se existe un día siguiente. Al dormir apostamos a que se amanecerá íntegro, vivo, que el mundo conocido será el mismo, que tendrás que trabajar donde mismo y por lo mismo. Nadie sabe lo que ocurre en el lapso del sueño, es el único momento de incógnita y de libertad absoluta. Si nos pusiésemos a pensar en todos los factores o variables que nos rebasan, acabaríamos locos. Simplemente no se podría vivir. El conocimiento en ese extremo acaba neurótico. Se necesita a cada minuto una cuota de imaginación e incluso de fe para no desfallecer en el próximo paso fuera de casa, para no temer la intuición del fin esperando a la vuelta de cada esquina.

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