viernes, 14 de diciembre de 2018

En el Anfiteatro ayer se nos acercó a la mesa un compadre con chaleco reflector. Iba ofreciendo unas piedras a la gente. Las sacaba de una bolsa que tenía. A esa altura ya íbamos con el copiloto como por el tercer shop. De repente, al acercarse nos decía con todo respeto si queríamos ver algunas de las piedras que estaba ofreciendo. Según recuerdo vagamente, estas tenían alguna clase de cualidad especial. El compadre, al cachar que estábamos pegados sobre la mesa, manipulándolas, no lo pensó dos veces y las regaló, sin compromiso. Luego, al ver nuestro rostro de extrañamiento, y para disipar todo tipo de duda, se presentó como el célebre "escalador porteño", Álex "Gato" Ramos. "Y si no me cree, búsquelo en Google", me acuerdo que repetía, mientras hacía el ademán de atender su solicitud, con la zurda en la piedra, y el shop a un lado de la mesa. En el motor de búsqueda efectivamente aparecía una breve reseña del TVN sobre este compadre. La reseña se titulaba: "Álex "Gato" Ramos, el escalador solitario de la Región de Valparaíso". El Gato, al instante, sagaz, se dio cuenta que había visto su perfil en la red. "¿Vio? para que no vea que miento. A eso me dedico, a ayudar a otros", señalaba, en el momento que agarró la bolsa para prepararse y seguir andando, de puesto en puesto, ofreciendo de lo suyo al resto de los comensales, escandalosos y distraídos por la jarana. En nuestras manos, y bajo el temprano efecto de los shop, permanecía ese par de piedras. Se supone que tuviesen alguna cualidad curativa, o siquiera alguna clase de simbolismo. No parecíamos entender nada, medio ebrios, al olvidar preguntarle al Gato cuál era la gracia de sus piedras. Pero seguramente al escalador solitario eso no le interesaba. Digamos que la explicación a la utilidad de su gesto estaba demás. Intuyendo más o menos su pensamiento, quizá le bastaba con ese ofrecimiento gratuito entre medio de la rutina etílica. Su apodo de Gato le valía la leyenda de su agilidad, pero también la condición misteriosa de su soledad. Se escabullía como el gato que era, con esa bolsa de piedras, ante la mirada desentendida de los presentes, y se conformaba con dejarnos ese regalo, merced a su "pasión por los roqueríos". Escribo esto junto al velador en donde dejé aquella roca cuasi transparente. Intento darle un significado pero únicamente la guardo como objeto inusual. Vuelvo sobre la palabra dolor reseñada por TVN. El dolor que motivó al Gato a ayudar a otros. Vuelvo sobre la palabra dolor, y tiene forma de piedra.

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