"El asesinato de Iryna Zarutska, refugiada ucraniana apuñalada en un tren de Carolina del Norte, es el retrato perfecto de la hipocresía mediática y política. Grabada por cámaras, con pasajeros mirando sin hacer nada, y un verdugo con antecedentes detenido en minutos. Un crimen brutal que debería haber incendiado las conciencias. Pero no: no hay manifestaciones masivas, ni rodillas en tierra, ni hashtags virales. Contrástese con George Floyd: asfixiado por un policía blanco, su muerte activó la maquinaria global del Black Lives Matter, financiada, amplificada y convertida en dogma cultural. ¿Por qué? Porque encajaba en el relato del racismo sistémico, útil para dividir y controlar." Cristina Martín Jiménez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario