lunes, 15 de enero de 2024

Achacar "falta de calle" al que disiente de manera legítima no dejar de ser un recurso falaz y un ataque personal a la mala. Sin embargo, quería ahondar en esta descalificación. Hasta qué punto el hecho de "tener calle" otorga una moralidad superior o un sentido común desarrollado por la experiencia. Según eso, la metáfora de la calle implicaría haber vivido más o haber conocido de cerca el rigor de la vida, sin necesariamente, por eso, tener la razón sobre tal o cual tema. El que tiene calle, en definitiva, se pasea a sus anchas, con orgullo, y pretende que su "calle" sea garantía inmediata de su conocimiento, un elemento inapelable de su argumentación. El que no la tiene, en cambio, "no es vivo", cree, inocente, que le falta mucho recorrido, a riesgo de quedar entrampado en algún callejón discursivo o a riesgo de caer en la trampa del sofista callejero. Permanece en casa, temeroso de salir. La calle del otro, sencillamente, le agobia o le aburre por lo redundante o descuidada, peligrosa o anti estética, como las ciudades patrimonio.

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