lunes, 5 de agosto de 2024

Fragmento de mi próximo novela hipotética, quizá mi proyecto más emocional, visceral y arriesgtado:

“Mudos, descenderemos al abismo”. Cesare Pavese

Aún recuerdo aquella noche, la noche en que todo acabó. Es inútil reprocharle a la memoria lo inevitable. Lo supe de golpe, sin remedio. Nos habíamos matado. Aun las palabras que no alcanzaron a ser dichas en ese momento o que, por cobardía, fueron destrozadas, jamás podrán articular una respuesta legible. Supongo que nunca estuvimos destinados, pese a la poesía, oscura traicionera. Supongo que no había manera de resolver nuestros laberintos personales sin salir enredados y heridos de muerte, que nuestra historia debía terminar con un coito interrumpido, una promesa frustrada, siquiera con un débil destello amoroso, para regocijo de los impúdicos mercenarios de las letras.

Me engañaba a mí mismo al pensar que un libro podría encerrar bajo llave todas las maldiciones. Sin embargo, era lo único con lo que contaba. ¿Qué otra opción cabía, ante la resaca del tiempo? Callarlo todo, permanecer en la sombra para siempre o prepararse para la carnicería.

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