domingo, 14 de abril de 2024

Ayudé a mi polola a escribir un ensayo para la U. Tenía que abordar algún problema relacionado con la subjetividad y lo social. No se nos ocurría nada, hasta que, una noche, pedimos un uber para volver a casa. Entonces salió a flote el tema de la inseguridad, porque resultaba inaudito que tuviéramos que volver luego por miedo a la calle. Era el tema preciso: cómo ha aumentado la percepción de inseguridad en la gente y su relación con la realidad de los hechos. Al terminar el ensayo, confieso que me sentí nuevamente como en la U. En efecto, estaba escribiendo por puro amor al arte un texto académico con todo el rigor exigido por la pauta del profesor. Lo hice por cariño, aunque, a medida que avanzaba el ensayo, le agarré entusiasmo. Escribí y edité el texto aun sabiendo que la nota no me pertenecería. Hice mío el tema, entonces, el estilo fluyó como nunca. Había escrito un texto académico para un ramo que no estaba cursando. Sin embargo, lo más importante era el estilo, la recreación de un estilo académico libre de la presión curricular. Ensayar por ensayar, en su más pura acepción.

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