Hace muchos años que se experimenta un estado de enajenación permanente. La alienación parece lo normal a estas alturas de la vida. Aun así, todo tiene varios rostros, diversos enfoques, distintas miradas, y sin locuras poéticas aún seguiríamos atrapados en la caverna-útero, para sentir ese líquido, ese calor, esa protección castrante pero necesaria ante la adversidad.
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