Pensamientos iluminadores de Navidad. Albert Caraco en su Breviario del caos: "La libertad de incoherencia ha reemplazado a las otras, y nosotros ya no renunciaremos a ella, las artes lo ilustran y las letras a ella nos remiten, ¿qué digo?, las ciencias en ella se reconocen y los más grandes sabios renuncian a la idea misma de síntesis".
viernes, 22 de diciembre de 2017
Una chica de España con la cual mantenía una comunicación larga y tendida me confesó una vez que me sentía “otoñal”, que siempre me había considerado un hombre de otoño, aunque para ella pudiera ser todas las estaciones si yo lo quisiera, y si así lo permitiese el tiempo. (Cabe recordar que ella se consideraba invernal). Palabras reproducidas más o menos merced al recuerdo y la distancia. Me acordaba de ella y sus dichos a raíz del solsticio de Verano, bajo un calor implacable, y pensé de repente que ojala fuesen ciertas sus palabras, a pesar de su excesivo lirismo, que de pronto realmente se pudiera sacar a flote, en lo más profundo del verano, un otoño invencible, recóndito, palpitando fresco.
jueves, 21 de diciembre de 2017
Ayer en lectura itinerante de Metro Valparaíso, lo más sorprendente era la otra mirada: el hecho de que nosotros, los que íbamos auspiciados por el propio metro en nombre del FILVA, solo teníamos un espacio de lectura perfectamente cartografiado y delineado según la disposición de la política interna del sistema de metro. El espacio para la lectura estaba solamente reservado, de manera oficial, para ciertas estaciones estratégicas. Contra viento y marea, sin embargo, las lecturas en las estaciones consiguieron convocar a unas pocas personas aficionadas, o tan solo interesadas, en medio de la masa ambulante. Posteriormente, en el intersticio de las lecturas programadas, durante el recorrido subterráneo, nos dimos cuenta que habían otros, sin el permiso oficial, que leían por su propia voluntad, cuestión que nosotros, bajo el auspicio del metro, no podíamos hacer. Qué paradójico. Nosotros, los que teníamos el permiso, no teníamos en cambio la libertad de los que leían de manera independiente y clandestina. Ahí uno se percata de la verdadera dinámica de la poesía. Con todo, la de ayer fue una jornada que reflejó la auténtica precariedad pero también la auténtica voluntad que mira de frente al automatismo y la indolencia. Era un poco como aquella frase de Bolaño al referirse a la literatura como una batalla perdida de antemano, que, pese a todo, se lucha con un ánimo algunas veces lúdico, otras tantas trágico, para testimoniar que el monstruo con el que lucha el samurai no es otro que el del silencio cómplice de la máquina.
miércoles, 20 de diciembre de 2017
Arabia Saudita concedió la nacionalidad a Sophia, una androide creada por una empresa de Hong Kong. Lo mejor (o lo peor) es que, a pesar de su nacionalidad, puede presentarse al resto del mundo sin velo ni guardianes, cuestión que la propia ley islámica obliga a las mujeres humanas. El año 2016 ya había causado polémica al plantear frente a una audiencia británica que quería destruir a la humanidad. Cuando se le consultó sobre sus gustos cinematográficos, la androide dijo que nunca había visto la película 'Terminator' y se preguntó si acaso le gustaría. Una respuesta demasiado inteligente, o tal vez, un tanto macabra. Phlip Dick tenía razón. Los dilemas morales de la robótica anticipados por Asimov ya son una realidad.
Me entero con alegría que mi hermana será matriculada en el Liceo Eduardo de la Barra, uno de los pocos liceos de tradición que van quedando, (aunque ya no refleje ni la sombra de lo que era antes), el mismo por el que pasaron figuras tan disímiles como Joaquín Edwards Bello y Salvador Allende. Luego de pasar su básica en un colegio de orientación laica, ahora terminará la media en el liceo más emblemático de Valpo, también laico y hasta con el nombre de un masón. Yo no puedo decir lo mismo. Habiendo cursado la básica y la media completa en colegios católicos, y hasta habiendo estudiado en la mismísima Universidad católica, debo tal vez a estas instituciones y a tempranas lecturas nihilistas, mis resquemores con la Iglesia. Por eso, no tengo más que felicitar a mi hermana por la oportunidad de completar sus estudios sin el inconveniente de las concesiones religiosas. Solo falta que curse la educación superior en cualquier otra U que no sea la católica para que complete una trilogía invicta. Libre de dogmas. O, por lo menos, libre de moralina.
Hace unas horas, el gobierno francés declaró tesoros nacionales los manuscritos originales de Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade y los primeros manifiestos surrealistas de André Bretón. Ambos iban a ser subastados al mejor postor por la sociedad Aristophil, luego de declararse en quiebra su fundador, el empresario Gérard Lhéritier. Según un experto, el hecho de que la obra de Sade -motivo de censura en plena época de la Revolución Francesa- sea ahora protegida por el Estado, no significa que esta haya dejado de resultar polémica. Por el contrario. El motivo de la polémica, eso sí, sería el contenido subversivo anexado a un costo demasiado elevado, en contexto de crisis económica. Lo mismo pasa con los manifiestos surrealistas. Los propios escritos de Bretón, quien en su tiempo sumaba las filas del PC para combatir el Estado burocrático, cobran ahora un estratégico interés cultural (y comercial) para el gobierno de Francia. Quien lo creería. Obras que en su tiempo estaban a las sombras de la revolución, y en lo más extremo de la vanguardia, respectivamente, se convierten, gracias al nuevo trasfondo capitalista, en bienes invaluables al alero del mecenazgo cultural. Será que ya nada escandaliza de verdad, como le decía el propio Bretón a su amigo Buñuel, o el mercado finalmente amarra y mitiga con sus tentáculos cualquier manifestación de disidencia, sea esta simbólica o declarada. Es la propia burguesía la que actualmente demanda las obras de Sade y de Bretón para su colección de artistas disidentes, y el Estado, garante de la "buena salud" de la cultura, las protege celoso, como hueso santo, con tal de no tranzar su "aura", su otrora valor inmaterial.
lunes, 18 de diciembre de 2017
Cuando la cajera del supermercado te pregunta si pagarás la mercadería con débito o con efectivo, y te mira con rostro desencajado al responderle que solo cuentas con efectivo, con dinero físico, aflora un paradójico sentimiento de orgullo, y entonces te das cuenta por fin, revisándote los bolsillos y apretando el molido entre las palmas de las manos, que eres un completo fracaso como ciudadano capitalista.
domingo, 17 de diciembre de 2017
Electric dreams
Por allá en los años setenta, Philip Dick ya había predicho prácticamente toda la problemática digital actual, cuando señalaba que la privacidad ya no existe, que ya no hay asuntos privados versus asuntos públicos. Dick nos enseñaba, con sus visiones, con sus sueños y pesadillas eléctricas, que la ciencia ficción no se trata tanto de anticipar el futuro como de invocar otro plano de realidad. La distopía se hace presente, aquí, ahora, a cada momento.
Piñera representa el epítome del paradigma neoliberal, es su cara visible o su figurita de acción favorita; por eso todos los que simpatizan o siguen de manera estricta su dogma votaron por él. Todos aquellos con un mínimo sentido de la propiedad privada en desmedro del concepto de comunidad, con una mínima fe en el evangelio del trabajo como plataforma aspiracional, con una creencia confesa en el crecimiento económico como índice del espíritu de la cultura, siguen este juego de manera consciente o solapada, y sabemos que el prosélito cree a pie juntillas en el poder de la gestión empresarial, aspira a una inteligencia pragmática, quiere moverse como pez en el agua en un sistema donde el valor de lo financiero diluvia sobre el océano de la ideología.
Todavía hay suficiente marketing en la apostasía del no voto. Pero sus razones resultan del todo inconsistentes y hasta volátiles. Ayer le escuchaba a un par de personas el típico argumento del "para qué votar si al otro día igual iremos a trabajar". Un amigo trataba de explicarle que la política general influye hasta en esa pseudo posición de inercia. Su postura acaba siendo más pasiva que activa, una desidia por ausencia. Es el precio de desentenderse de decisiones que, mal que mal, superan nuestro radio de acción inmediato. Pero, como decían ciertas mentes pensantes, también la acción de no votar implica no tanto una ignorancia como una repulsa. Tenemos, por ejemplo, la clásica frase del "si votar cambiara algo, sería ilegal" de Emma Goldman. La frase se ha vuelto la pancarta de moda entre los más anarquistas, una desobediencia civil que apuesta a no jugar el juego de la democracia, pero que se limita, después de todo, solo a eso: a no jugar. También otro que se pronunciaba al respecto era el mismísimo Borges, al señalar que la "democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística". De hecho, más allá de ideologías y colores políticos, quienes votan se convierten al momento de la verdad en solo un número, pero uno que, pese a su condición, puede simular un avance o un retroceso dentro de un orden de cosas establecido. Lo que no logra visualizar quizá, la masa desertora, es que el no votar la convierte igualmente en un número, un número prescindible, por opción o falta de esta, tal cual si fuesen los ángeles neutros del infierno de Dante, ángeles ni negros ni blancos, simplemente ángeles espectadores, pululando entre los rincones, esperando a que acabe de una vez por todas el juicio final para continuar con su rutinaria posición contemplativa. Como sea, sabemos que tanto el acto de votar como el de no votar son ambas posibilidades del sistema, perfectamente reguladas bajo leyes que aseguran a sus ciudadanos la ilusión de estar cambiando algo, o al menos, de preservarlo, in secula seculorum. Al final del día, se decidirá qué clase de número seremos o seguiremos siendo.
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