martes, 9 de junio de 2020

En toda una cuadra del centro, cerca del sector de los restoranes, unas garzonas cesantes acostumbran a pedir dinero. Se pasean por toda la cuadra, evitando no alejarse demasiado del lugar que ganaron por necesidad o circunstancia. Un poco más allá, en toda una esquina, suele colocarse un joven en silla de ruedas a cantar. Frente suyo pone una caja monedero. No sale de ahí hasta tarde. El día de ayer cantaba Creep de Radiohead. La parte final del estribillo, al disminuir sus decibeles, y conforme la gente se iba distanciando, servía de contrapunto existencial al panorama. “I dont belong here”.

jueves, 4 de junio de 2020

Piñericosa vírica: en la sesión de cambio de gabinete, el presidente parafraseó a Stefan Zweig, en particular, su libro “Momentos estelares de la humanidad”, el cual, según él, leyó muchas veces en su vida. De acuerdo a la sinopsis, el libro trata sobre varios hechos, tales como el ocaso del imperio de Oriente, con su signo más evidente en la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453; el nacimiento de El Mesías de Händel en 1741; la derrota de Napoleón en 1815; el indulto de Dostoievski momentos antes de su ejecución en 1849; y el viaje de Lenin hacia Rusia en 1917. Cada uno de estos momentos estelares -escribe Stefan Zweig- marcan “un rumbo durante décadas y siglos”. Por lo tanto, tenemos que para Piñera, el actual enclave también conformaría un “momento estelar de la humanidad”. ¿Hacia qué rumbo conduciría? No se sabe. Piñera tampoco pretende aventurar una respuesta. Solo constata el estado de cosas chileno con una referencia literaria al vuelo, para agregarle sublimación y trascendencia a un asunto que ya ha calado demasiado hondo, y que parece no trascender lo suficiente más allá de su propia crisis.

miércoles, 3 de junio de 2020

Durante mayo, ocurrieron en Chile dos asesinatos a manos de sicarios, como si no tuviésemos suficiente con el relamido virus. El primero tuvo por víctima a un empresario residente de Con Con. Su victimario era un sicario de origen colombiano. Aún se investigan los móviles y al autor intelectual, pero los antecedentes hablarían sobre un terreno en Quilpué reclamado por el empresario ante su ocupación ilegal. El segundo ocurrió en Valdivia, y la víctima fue una joven llamada Helena Bustos, quien habría sido asesinada en extrañas circunstancias por dos sicarios, uno de ellos amigo de Helena, los cuales fueron contratados por dos mujeres, una hija y una madre que le ofrecían una pieza en arriendo a la víctima. Ya comienzan a visibilizarse las motivaciones del hecho de sangre, y estarían vinculadas con tráfico de drogas, de la cual derivan los clásicos “ajustes de cuentas”. 

Nada de esto tiene que ver necesariamente con el tema de la inmigración desaforada realizada durante el gobierno de Bachelet, puesto que los dos sicarios que mataron a Helena eran chilenos. No es un tema de inmigración, es un tema de violencia. Y cuesta creer que aún se conciba, en plena crisis mundial, el asesinato a sueldo. Cuesta creer, de hecho, a esta altura del partido, que aún se conciba el asesinato per se. Somos todavía demasiado inocentes respecto al devenir del mundo humano, o estamos ya demasiado naturalizados en la anomalía, decisivamente, curados de espanto.

martes, 2 de junio de 2020

Tras la arremetida de Anonymous con el Libro negro de Jeffrey Epstein, han salido en los medios algunas especulaciones sobre redes de pedofilia en Hollywood descubiertas o intuidas supuestamente por músicos como Kurt Cobain, Chester Bennington, Chris Cornell y hasta el mismísimo Michael Jackson (que, dicho sea de paso, fue acusado de abuso de menores en su tiempo, hasta con documental incluido). ¿Dónde están ahora todos ellos? Muertos, oficialmente suicidados, o tal vez, a la luz de estos nuevos descubrimientos, posiblemente “los hayan suicidado”. Muy turbio todo. Pero conviene recordar que las teorías de conspiración son eso, teorías atractivas para el morbo de la curiosidad, para la construcción de leyendas negras, para el insaciable efectismo mediático que, sin embargo, sin el suficiente contraste con la evidencia empírica, pueden derivar en “conspiranoia”. Como comentaba por ahí un amigo: que una parte de la teoría de conspiración sea cierta, no la hace por completo real. Ese es su truco, en todo caso. De que existen manos negras, las hay. De que hay hechos que sepultan una verdad no del todo digerible y execrable, por supuesto que los hay. Sin embargo, ese impulso por asociarlo todo con todo hasta armar en la cabeza un galimatías de ficción puede derivar peligrosamente en el otro extremo de la desinformación, por consiguiente en la posverdad y, consecuencia de ello, en la injusticia. Tal cual señalaba otra amiga por ahí: los niveles de corrupción de la élite no son ninguna novedad (solo basta fijarse en el nexo de Trump con el propio Epstein), sin embargo, no deberíamos creer a pie juntillas en todo aquello relacionado con este destape radical solo porque se alinea con nuestra apropiada visión negativa sobre la oligarquía. Finalmente ¿quién o quiénes son Anonymous realmente? ¿Qué pretenden conseguir y porqué? No se puede dejar de pensar en esta agrupación de hackers como una especie de Liga de las Sombras. Es decir, se adjudican la tarea de denunciar desde las 'sombras' a estos grupos de poder para reformar y rehacer a su imagen las civilizaciones en decadencia en todo el mundo, sin importar los medios que utilicen para desplegar su particular sentido de la justicia. El que vea en todo este rollo una secular caja de pandora evidentemente puede intuir razones escondidas tras el misterio que acusa a los poderosos, aunque también tras la incógnita que envuelve a sus propios acusadores, independiente del rol prometeico que se autoasignen. Para acusaciones de grueso calibre, se requiere medios probatorios todavía más grandes, lo que no resta validez a la legitimidad de las denuncias. Esa es toda la lógica que debería deducirse de un Estado de derecho y de una sana conciencia. La cruda verdad está por ahí, en algún lugar intermedio entre la versión del acusado y del acusador. Ante la duda, siempre es preferible un sano escepticismo. Hace tuya la conspiración, pero indaga sobre hechos comprobados, y descarta lo insustancial. Cobain, Bennington y Cornell te lo agradecerían.
Un tipo en plena calle echándose lysoform como si fuese Agua brava. En otro plano, un payaso arriba de una micro usando la mitad de un sostén como mascarilla. Lo pandémico no quita lo hilarante.

lunes, 1 de junio de 2020

¿Estamos ante un “estallido social” yanqui? ¿un verdadero 18/10 gringo? Se ha creado una relación refleja entre lo que sucede actualmente en Estados Unidos producto del asesinato de George Floyd por parte de un policía, y lo que ocurrió en Chile el pasado 18 de octubre luego de una serie de evasiones al metro de Santiago que sirvieron como excusa para desplegar la insurrección colectiva (y, en cierta manera, política) que se prolonga hasta el día de hoy, si no fuera por el factor virus. Lo interesante en el caso gringo es que dicho estallido ha sido gatillado pese al contexto de la pandemia, en cambio acá la efervescencia ha permanecido un tanto a raya, al menos en lo que dure la proyección de aquí a fin de año, cuando se acerque la fecha del plebiscito por la Nueva Constitución. Yo diría que más que una relación estrictamente refleja, tal como han creído algunos sectores radicales, que insisten en ver en este estallido gringo una suerte de réplica de lo sucedido con el nuestro, lo que está pasando entre Estados Unidos y Chile es más bien una resonancia única entre distintos ánimos de disconformidad bajo diferentes contextos, cuyo impacto en el seno de la sociedad ha provocado ciertos puntos de simpatía, como es el caso de Gustavo Gatica con los manifestantes yanquis heridos en los ojos, o la frase ACAB que englobaría ahora no solo a los “pacos” sino que a la policía propiamente norteamericana. Y, sin ir más lejos, es cuestión de pensar en la población que se levanta contra Trump escondido en un bunker bajo la Casablanca y la gente que acá marchó en masa a lo largo de la Plaza Baquedano, proponiéndose llegar a la Moneda para encarar a Piñera. Si bien los levantamientos de ambos países pueden emparentarse, y se subentiende que sean respuestas a una “violencia estructural”, siguen siendo, sin embargo, producto de causas distintas, simplemente porque el presupuesto ideológico para nuestro estallido es muy particular, y estriba principalmente en la repulsa al llamado legado de Pinochet, es decir, el modelo económico y la Constitución política impuestos durante la dictadura, y esa repulsa ha surgido desde las bases mismas, teniendo una cierta articulación política desde la oposición y desde la izquierda. En cambio, el presupuesto para aquel estallido, el gringo, guarda relación con otro fenómeno. Como explicó Fernando Villegas en su canal, también se trata de una acumulación de descontento, pero tiene que ver más bien con dos cosas: por un lado, el resentimiento producido por la desigualdad entre aquella población que creyó en el sueño americano de la clase media y aquella elite intelectual que consiguió adaptarse a los nuevos tiempos en aras de la tecnologización de la sociedad; y por otro lado, la cólera de una masa crítica que, ante el incidente con George Floyd, ha vuelto a despertar los odios raciales que se creían superados, y que en la práctica continúan siendo un estigma social desde los tiempos del Ku Klux Klan y Martin Luther King. Por supuesto, y a propósito de los ciberataques de Anonymous, no faltarán las voces que insistan en que el problema de base del conflicto vivido tanto en Estados Unidos como en Chile por igual, lo conforma el imperialismo, el poder organizado, el capitalismo, y que aquellos que se rebelan contra esas fuerzas enemigas constituyen una sola voz unívoca, o a lo menos, un grupo heterogéneo levantado contra un adversario en común, pero con esta concepción maniquea pienso que se reduce demasiado la necesaria mirada histórica en torno a estos dos estallidos, so pena de subestimar sus alcances, sus circunstancias específicas, sus posibles sombras y luces, puesto que sus esquirlas alcanzan decididamente otros horizontes, otros caminos. Veremos entonces cómo evoluciona de aquí a futuro este estallido en Estados Unidos, sobre todo ahora que su realidad imita a DC y se parece a la última parte del Joker, y qué le depara a Chilito de aquí en adelante, dando fuertes señales de que la cosa está lejos de acabar, de que solo se está viviendo una tregua país para luego volver a la carga, con el odioso bicho como telón de fondo de una guerra planetaria.
Después de 3 años, Anonymous regresó y recargado, ya que en cuestión de horas atacó el sitio web del departamento de policía de Minneapolis; hackeó los radios del departamento de policía de Chicago y reprodujo la canción “Fuck the police” de N.W.A; viralizó documentos relacionados con el “Libro negro de Epstein”, donde se expone la posible conexión de varias personalidades de la política, la iglesia y el mundo del espectáculo anglosajón con secretas redes de pedofilia; expuso el presunto verdadero móvil de la muerte de la Princesa Diana (asociado directamente con lo anterior); y amenazó con exponer otros crímenes de parte del gobierno estadounidense a raíz de lo ocurrido con George Floyd. Si creímos que este 2020 solo era un remedo de Black Mirror, resulta que ahora es un episodio inédito de Mr Robot. Uno crudamente conspirativo.

domingo, 31 de mayo de 2020

Joker anda suelto en Minneapolis

Una figura inquietante destacaba este viernes en medio del tumulto, justo entre la avenida Chicago y la calle 38, donde sucedió el arresto policial y posterior muerte del afroamericano. Un hombre disfrazado de Joker paseaba solo con un cartel que reclamaba “Justicia para George”. Con el pelo verde y largo, la ropa chillona y una mueca afligida pintada en el rostro, Joseph Pudwill representaba la última versión cinematográfica de este macabro payaso interpretado por Joaquin Phoenix en la famosa película estadounidense. En ella, un Joker maltratado por la vida se torna un sangriento asesino. 

“Se ha convertido en un modelo de la injusticia social, el reconocimiento de las tragedias que ocurren, me he enamorado de este personaje y creo que hoy sirve para empujar el mensaje”, explicaba Pudwill, un empleado de supermercado de 36 años.

En Chile, la gestión del ministro de salud ha sido duramente cuestionada, sobre todo después de una desafortunada declaración en la cual señala que todas sus proyecciones epidemiológicas se han derrumbado como si fueran “castillos de naipes”; además, ha dicho que desconocía la “magnitud de la pobreza y del hacinamiento” que están viviendo muchos sectores de la población, agudizada todavía más por el problema sanitario. Todas estas señales de inoperancia fueron interpretadas en forma de indolencia por parte de la oposición, incluso desde el propio oficialismo, lo cual ha llevado a generar el debate en torno a la urgencia de las cuarentenas. El gobierno ha procrastinado estas medidas hasta el extremo y ha propuesto, en cambio, retomar poco a poco el hilo de la productividad económica, sobre todo cuando los números de contagiados aún no parecían lo suficientemente preocupantes ni alarmantes. Eso le valió una crítica férrea, en circunstancias de que el Colegio Médico y ciertas investigaciones expertas respecto al avance del patógeno ya habían advertido que la situación se iba a volver cada vez más peligrosa frente a la inminencia del invierno y que, definitivamente, el virus no se iba a volver “mejor persona”. Por ello, el gobierno, un tanto arrinconado, ha salido a desmentir las declaraciones sobre al aumento de contagios debido a los llamados a la “nueva normalidad” y el “retorno seguro”, y se propuso ir estableciendo cuarentenas cada vez más estrictas en sectores estratégicos como la Región Metropolitana y, prontamente en la Quinta Región, buscando de esta manera paliar los errores cometidos y enfrentar el emplazamiento de los sectores más disidentes, los cuales, en su mayoría, claman para que la clase política “salga de su burbuja” y aplique de una vez por todas la cuarentena total en aquellas zonas más vulnerables del país, solo que esta medida saca a relucir, una vez más, el grave problema de fondo: el de la desigualdad en el acceso al empleo y los recursos básicos, porque, desgraciadamente, la cuarentena total, sus consecuencias, no son iguales para todos. Es más, pone en evidencia que, en efecto, las cosas no son así. 

Por otro lado, en Argentina, opositores al gobierno de Fernández, entre ellos, científicos e intelectuales, se han puesto de acuerdo para cuestionar precisamente la cuarentena nacional, el ASPO (Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio), que ya lleva más de dos meses. El cuestionamiento lo han hecho a través de una carta en la que, según dicen, el gobierno ha encontrado en la llamada “infectadura” un relato legitimado por expertos para mantener un estado de cosas que atentaría peligrosamente con la propia democracia del país, bajo el pretexto de la seguridad pública. Desde el gobierno han salido a replicar los dichos de la carta, argumentando que no son pro cuarentena, sino que “anti muerte”, por lo que la cuarentena establecida por decreto es únicamente una medida provisoria. En este punto, el ministro de salud argentino señaló que por ningún motivo se está pasando a llevar la libertad de los individuos, como así lo creen, según él, sectores de la derecha (o, mejor dicho, liberales), sino que se está priorizando el bien común, el derecho colectivo a la vida. O sea, se está planteando un escenario un tanto distinto al chileno en este sentido: mientras que en Chile la oposición llama al gobierno a declarar cuarentenas cada vez más fortalecidas en pro de la seguridad social, en Argentina la oposición está más o menos convencida de que la cuarentena nacional indefinida ha redundado en perjuicio más que en beneficio, y quizá esto se deba a los distintos colores políticos que presiden cada país. 

La cuarentena se ha convertido, a la vez que en una política, en una disyuntiva ética. El quid del asunto estriba en la radicalidad del debate en torno a la necesidad de su implementación. Mal que mal, esta medida juega con un derecho humano intrínseco: la libertad de acción, que puede eventualmente entrar en conflicto con la legalidad y la seguridad colectiva. Pero la interrogante que cabría hacerse, para tantear una posible conciliación, sería la que planteó el periodista Ernesto Tenembaum, muy certeramente en un artículo: cuántas vidas se está dispuesto a sacrificar en pos de las libertades perdidas (tras la debacle).
A ver si entendí bien: ¿unos monos se metieron a un laboratorio indio a robar muestras de sangre de pacientes con covid 19? ¿Y este evento quieren relacionarlo con el argumento de la película 12 monos de Terry Gillian, so pretexto de aunar otro episodio en que, merced a la pandemia, la realidad ha superado a la ficción o, mejor dicho, la realidad ha alcanzado límites que entroncan incluso con la ciencia ficción más distópica? Según tengo entendido, en la película el Ejército de los Doce monos sería inicialmente señalado como el causante del desastroso virus que ha azotado a la humanidad, y por eso el protagonista Cole es enviado desde el futuro para averiguar sobre esta supuesta organización terrorista. Pero resulta que al final se descubre que el Ejército de los Doce monos era una organización animalista cuyo único objetivo era liberar a los animales cautivos en los zoológicos, y el verdadero culpable de desatar el virus mortal sería un asistente del laboratorio de Goines, quien no se encontraba en los registros de los expertos del futuro de Cole. Dado lo anterior, el Ejército de los Doce monos era totalmente inocente de la acusación que se le achacaba. Entonces tenemos que el paralelismo entre lo que sucede en el filme y nuestra contingencia no funciona ni siquiera a nivel simbólico, quizá solo aludiendo al escenario pandémico que ni por asomo alcanza las proporciones catastróficas de la película. ¿No estará siendo leída esta salida de madre de los monos en el laboratorio indio como otro argumento en clave viral para la tesis animalista y, en cierta manera, ecologista, de “el ser humano es el verdadero virus” (que en todo caso debería relacionarse precisamente con el planteamiento del Ejército de los Doce monos en la película de Terry Gillian)? ¿No será el pánico previo sobre esta mala interpretación del hecho ocurrido una nueva excusa para sostener que “los animales le están ganando terreno a los humanos, recuperando lo que les pertenece”?