miércoles, 16 de octubre de 2024

Digresiones a partir de una cita de Juan Francisco Ferré

(Escritos hace ocho años)

"El gran culpable de todo es Aristóteles, sí, el Papa del formalismo lógico y la demagogia estética. Ataquemos la raíz del problema. La literatura es una declaración de guerra al aparato lógico-simbólico de la cultura institucional. Ese aparato es aristotélico, esto es, lógico, político, ético y metafísico. La verdadera literatura es una corrosiva máquina de guerra contra este nocivo conglomerado de valores. Y los críticos, como representantes de la cultura establecida, sus defensores acérrimos" Juan Francisco Ferré.

Carolina Apraez Murillo: ¿Y cuál sería entonces la trinchera que separa la protesta a lo institucional de su defensa acérrima, cuando a veces ocurre que, de repetición en repetición de lo “contracultural”, también se va erigiendo detrás de los templos un monstruo demagogo que acuña la idea de la sombra, del permanecer al margen, de quebrarlo todo hasta a sí mismo, en muchos casos, como manifestación inequívoca de lo crítico y de lo profundo?

Yo: Lo que se conoce como literatura se alimenta tanto de la tradición como de su ruptura. La palabra tradición lleva en sí misma la palabra "traición". Ahora bien, ese afán por deconstruir sin un ápice de dirección también puede conllevar un peligro, una simple moda contracultural. Se escribe fuera de la ley, siempre, decía Bolaño. No se discute tanto la influencia de Aristóteles (innegable) sino que el aparato institucional que le siguió. En ese sentido, tanto la crítica como la apología de la tradición juegan un papel recursivo. El uno sin el otro no pueden hacer posible un cambio de paradigma.

M.M: A pesar de amar la literatura, defiendo el raciocinio aristotélico. Por ejemplo, sin él no estaría escribiendo este mensaje.

Yo: Por supuesto, nuestra estructura racional es netamente aristotélica. Sin embargo, la gracia de la literatura está en desafiar sus límites y proponer nuevas formas de pensamiento.

M.M: Entonces por la hegemonía de la lógica aristotélica es que la literatura está condenada a la derrota eterna.

Yo: Borges decía algo así como que la literatura es de base conservadora porque parte de la estructura gramatical de su propio idioma. En su caso, el idioma español que, a su modo de ver, era el más conservador de todos. He ahí el juego: saberse una impostura, una tentativa de transformación, pese a su origen. La virtud o el pecado de escribir (según como se mire) está en demostrar que todo ya está escrito prácticamente desde los griegos, pero que los relatos del mundo, sin embargo, son infinitos.

"Chile y la barbarie de octubre de 2019. La exacerbación de la violencia vandálica" Jorge Varela

"Gabriel Salazar, -se historiador de espíritu insurrecto ya citado, confesó, proyectándose en tono desafiante, años después de la frustración acumulada: “Esta vez, al ir con rabia, la cosa no va a ser similar, no va a ser igual”. Según él, en el estallido anterior, octubre de 2019, “no expresamos nuestra identidad” (entrevistado por El Mostrador Radio. 15 de abril de 2023). ¿Qué significa su frase: “no expresamos nuestra identidad”? ¿Cuál es dicha identidad? Quien sí pudiera tener la respuesta es el escritor y cronista Roberto Merino, el que tras recorrer el centro de la capital, expresó: “Lo único que puedo ver en esa huella del estallido es el odio. Ningún discurso, ninguna convicción de nada. Lo que hay es basura. Eso es lo que dejaron. Resentimiento puro. Revanchismo no sé de qué” (entrevista Ex-Ante, 17 de junio de 2022).

Merino está en lo cierto; el revanchismo, el resentimiento, el odio y la barbarie no fueron triviales, ni se han olvidado. Tenían su razón maquiavélica y un sentido perverso que excedía a la muerte del neoliberalismo."

lunes, 14 de octubre de 2024

"La guerra eterna contra el dogma". Pablo Cerezal

"La necesidad de la dialéctica para alcanzar la comprensión del mundo circundante se convierte en leitmotiv de la filosofía hegeliana, y lleva al propio pensador a clamar: «¡Guerra eterna al dogma!».

El filósofo advertía de cómo el dogmatismo ignora la variación constante de la vida para repetir, una y otra vez, la misma idea cristalizada. En la actualidad, podemos comprobar cómo el dogmatismo escapa de los vericuetos puramente filosóficos para inmiscuirse en el día a día de la ciudadanía. Como decíamos al inicio, no son filósofos los supuestos especialistas en todo de las tertulias televisivas o las tribunas periodísticas, ni los políticos empeñados en llenar las urnas de votos a su favor, por poner solo un par de ejemplos. Su empeño conlleva el aniquilamiento del pensamiento crítico y la cristalización, en la mente ciudadana, de doctrinas que no admiten réplica. Cuando la realidad cambiante amenaza al dogma, este se repliega y adopta formas de subsistencia que, hoy por hoy, apelan a los sentimientos más viscerales de quienes lo abrazan. Se trata del caldo de cultivo perfecto para el dominio de las masas en beneficio propio.
...
Si abrimos las puertas al dogmatismo, olvidando la dialéctica que propugnaba Hegel, quedaremos expuestos a una irracionalidad que obstaculizará el logro de las metas personales que nos hayamos marcado, y quedaremos expuestos a las «verdades reveladas» que otros decidan dictarnos."

Consejo para quien le sirva: si cuidan celosamente su biblioteca, jamás vendan sus libros, ni por plata ni por amor. Después van a extrañar muchos que preferirían haber guardado bajo siete llaves, merced a su calidad o valor sentimental.

domingo, 13 de octubre de 2024

Crítica a la película El lugar de la otra de Maite Alberdi

Vi El lugar de la otra de Maite Alberdi, sobre el crimen del Hotel Crillón que tuvo por victimaria a la escritora María Carolina Geel. Al menos, eso es lo que nos vendieron, en un principio, porque la película más bien tiene por protagonista a Mercedes (Elisa Zulueta), la secretaria del juez encargado de juzgar a la acusada. Todo el foco de la trama se centra en ella y en cómo el caso irrumpe en su vida e influye en su manera de concebir el rol de la mujer en la sociedad chilena de los cincuenta.
Se comprende que la premisa de Alberdi era presentar la evolución del personaje de Mercedes, (aburrida de ser solo madre y esposa) al habitar el espacio y, por ende, el estilo de vida burgués de la escritora. Una tesis, por cierto, muy en la línea de Virginia Woolf. Sin embargo, se extrañó en la cinta la mirada de la escritora. El personaje de María Carolina Geel (Francisca Lewin) aparece apenas como figura anecdótica, desaprovechada en su enigmática psicología y en las repercusiones sociales y literarias del asesinato de su amante.
Francisca Lewin estuvo soberbia interpretando a otra escritora chilena icónica de la alta alcurnia: Teresa Wilms Montt, pero aquí, en el papel de Geel, se pasea por los pasillos del juzgado y de la "Casa Correccional" (todo un lujo para la magnitud del crimen) como una representación pálida de sí misma, demasiado borrosa, sin el suficiente vuelo. Hubiera sido mucho mejor, a mi juicio, adentrarse en los momentos previos al asesinato en el Hotel Crillón, con un toque de novela policial. Se hubiera realizado un acercamiento a los posibles móviles que tuvo la escritora (hasta el día de hoy, desconocidos, meras conjeturas literarias), a través de una intensa y pulcra dramatización de su vínculo con su amante, Roberto Pumarino (Nicolás Saavedra).
Junto a eso, la película podría haber hecho un seguimiento a la investigación judicial en torno al caso, el impacto en la prensa de la época, amarillista hasta los tuétanos, y en el mundo literario de aquellos entonces. Fue tanta la repercusión que el crítico Alone se pronunció sobre las (sin)razones de la escritora, incluso intercedió por ella la poeta Gabriela Mistral para lograr un indulto presidencial de parte del mandatario Carlos Ibáñez del Campo.
Otra mirada posible podría haber sido la relatada en su novela Cárcel de mujeres, obra que Geel escribió durante sus días de encierro. En esa sola novela, de hecho, se podría haber ahondado en la misteriosa psicología de la escritora y en la realidad carcelaria femenina de los cincuenta en Chile. Tendría para una película propia, o hasta para una serie. Pero el propósito de Alberdi nunca fue ese. Fue, antes que nada, enfocar el peso de la historia en la actuaria, cómo Geel fue, para ella, esa figura femenina, transgresora, que la ayudó a emanciparse y a mirar su propia vida desde otra perspectiva, una quizá más liberada o, mejor dicho, acomodada.
Los que pensaron, como yo, que El lugar de la otra se trataría exclusivamente sobre el sonado crimen de la escritora María Carolina Geel en el hotel Crillón, y esperaban algo así como un thriller policiaco de época con motivos literarios, saldrán decepcionados. Tal vez, en un futuro, pueda ser posible una adaptación policial de Cárcel de Mujeres o una representación más en clave dramática sobre el crimen protagonizado por la escritora, crimen que, lejos de condenarla a la ignominia, la catapultó a categoría de autora de culto. Una verdadera mujer fatal de las letras. Por lo pronto, toca ver El lugar de la otra, disfrutando, sin culpa, la impecable fotografía y la maravillosa ambientación, cuyos planos y parajes rezuman elegancia, aunque, a ratos, se vuelven demasiado esquemáticos, sin esa profundidad que un dramón bien narrado y ejecutado requería, para dotar a la obra de esa cuestión tan romántica y, al mismo tiempo, tan visceral.

"Leámoslo en palabras de dos eminentes novelistas como Thomas Bernhard: «Qué horrible nos resulta el todo»; y también Roberto Bolaño: «Que el Todo es imposible, que el conocimiento es una forma de clasificar fragmentos». En ese sentido, apuntando incluso más ejemplos como La amante de Wittgenstein (1988), de David Markson, podemos afirmar que la literatura es la única y atemporal realidad virtual que puede experimentar la humanidad pasada, presente y futura. Todo lo demás es simple y llana destrucción de lo humano en beneficio de lo artificial." Poéticas de la Modernidad, Guillermo Mas Arellano.
Puedo y tengo la libertad de escribir a mis anchas sobre las cuestiones que me importan y de la forma que me plazca. Me debo a mi obra, y por eso mismo requiero tiempo y espacio para el oficio. Es una cuestión que me mueve. Ahora bien, es preciso costearse la vida, para eso está la pega, cuestión que también demanda tiempo y espacio. Hay todo un arte de relojería en estos menesteres. Alternar entre pasión y profesión.

sábado, 12 de octubre de 2024

"El infierno de lo orgánico y la mirada de los otros". Reseña cinéfila de "La sustancia" (2024) de Coralie Fargeat

Cuando pensé en ir a ver La sustancia de Coralie Fargeat, me acordé que unos compadres contaron la experiencia de su visionado. Coincidían en que la película los “dejó mal”, con una sensación de pánico y luego un embotamiento, como el efecto de un “mal viaje” de algún psicotrópico. Había algo en ese horror corporal que los descolocó o los pilló desprevenidos. Le dije a uno de ellos que, si ya vieron algo del Cronenberg clásico, entonces esta película no debería sorprenderlos. El compadre asentía. Sin embargo, fue inevitable para él no sentirse pésimo al salir del cine. Algo psicosomático lo invadió, (¿efecto de alguna sustancia extraña?) quizá porque la fue a ver angustiado por un drama personal. La cosa es que la anécdota del compadre no hizo más que impulsarme a verla con un motivo morboso, como buen cinépata aficionado a los argumentos audaces y a las tramas enrevesadas.

La película la vi de un hilo. Hubo, es cierto, momentos de mucha tensión, casi en el clímax, donde se desata lo más crudo y visceral, incluso con reminiscencias al gore de cine b. Pero lo más notorio resulta, sin duda, el relato detrás de la trama y su osada ejecución. Recordé de inmediato otra película con una premisa muy parecida: The Neon Demon de Nicolas Winding. Allí, una joven y bellísima Jesse (Elle Fanning) es contratada por una agencia de moda en Los Ángeles y deslumbra por su carisma e inocencia, lo que causa la envidia entre sus compañeras más experimentadas.

Más adelante, la historia se vuelve más y más turbia, hasta develar el lado siniestro de la industria de la moda, capturada por seres vampíricos que tranquilamente pueden ser la metáfora de los agentes del mundo del espectáculo, auténticos chupasangres que se alimentan de los sueños de las aspirantes y de su sangre tierna (cualquier referencia al adenocromo, en clave conspirativa, puede aportarle un elemento aún más bizarro a la ficción). Las luces de neón artificiales y la redundancia de las pantallas vacías reflejan ese mundo carente de una belleza interior y de un espíritu trascendente.

En La sustancia está presente también esa denuncia satírica contra la superficialidad de la industria y la espectacularización de la apariencia en desmedro de las esencias. Se trata de una relectura retorcida del relato sobre la eterna juventud, ya planteados, en plena época del romanticismo, por Goethe en su Fausto y por Oscar Wilde en su conocido Retrato de Dorian Gray. Lo que la hace diferente es el desarrollo de su tesis, su puesta en escena y su propuesta cinematográfica, totalmente transgresora al extremo de la náusea. Se trata sobre Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una famosa actriz madura que trabaja en un programa de televisión y que es despedida por su edad y su falta de vigencia.

Así es como Elizabeth conoce el abandono de una industria que ya no la necesita. Resentida, intenta recobrar su valor, hasta que se encuentra en el hospital -tras sufrir un accidente- con un extraño USB con la etiqueta “La sustancia”. Se lo lleva a la casa, lo reproduce y se trata de un video publicitario que promociona un nuevo y misterioso producto, el cual, mediante un suero, crea una versión “mejorada” del usuario. Elizabeth lo usa y así es como nace su otro cuerpo más joven y vital, con quien comparte la misma consciencia. Esa nueva versión de sí misma se hace llamar Sue (Sarah Margaret Qualley) y está dispuesta a devorarse el mundo, en un acto de venganza.

Lo realmente escalofriante vendrá después, cuando la nueva Sue se fascine con su éxito y deje de lado el alimento y la estabilización de su matriz, el cuerpo deshecho de Elizabeth. Todo esto le traerá problemas que irán in crescendo, al punto en que se desata la enajenación psicológica de la Elizabeth escindida en Sue y el deterioro progresivo e irreversible de su fisonomía y de su organismo, llevando las cosas a un plano, en sumo, explícito y grotesco. Locura y violencia parecen aquí el reverso de belleza y equilibrio. Dentro de un medio hipócrita, repleto de envase y carente de “sustancia” (irónicamente), ambos elementos se confunden a un punto en que se hacen indistinguibles el uno del otro. La Sue, que es su otra versión, se come a Elizabeth, que es la original. Ninguna de las dos ya se reconoce en el espejo, porque, en el fondo, la Elizabeth real nunca logró reconocerse a sí misma.

Si nos remitimos al body horror, categoría de la cual La sustancia es heredera, la influencia directa de David Cronenberg es evidente en este sentido. Pieles abiertas, infecciones, sangre y fluidos a borbotones, mutaciones, anomalías y malformaciones, “la nueva carne”, componen el engendro corporal en el que cae la actriz luego del caos en el que se vuelve su propia vida, marcada por el odio a sí misma y la necesidad patológica de la aceptación mediática. “El infierno son los otros” decía Sartre. En efecto, esos otros, que son una proyección de la propia inseguridad de la actriz, hicieron de su vida un infierno, no sin antes sumirla en el placer extático de una ilusión, una ilusión demasiado real, demasiado orgánica, una ilusión más real que ella misma, que acabó por sustraerle su propio ser, lo que ella era, su historia, su pasado.

Hay otras referencias indirectas en La sustancia que la vuelven una creatura apetecible para el cinéfilo exigente. Pienso en David Lynch y sus atmósferas de pesadilla, en su representación onírica de Hollywood (que significa Bosque Sagrado, el cual, en palabras de Guillermo Mas Arellano, es, “antes que el Reino de la Luz, una expresión de la Logia Negra de la oscuridad”). En efecto, dentro de La sustancia se percibe ese ambiente siniestro, emanando desde el conflicto con aquella “doble”, (tópico también trabajado por Lynch) que es la propia Elizabeth, pero, al mismo tiempo, es otra.

Ese juego de espejos, proyecciones, sombras y “doppelgangers” es un recurso que ya se puede apreciar en la clásica novela Dr Jekyl y Mr Hyde de Robert Louis Stevenson, y también en una película de culto del terror de los ochenta: Possession, de Andrzej Zulawski. ¿Qué tiene que ver Possession con La sustancia? Se trata más bien de una lectura muy personal. En Possession estaba patente la temática del “doble oscuro” representado por Sam Neill e Isabelle Adjani. Se crea un conflicto a partir de estos dobles que irrumpen en la vida de los protagonistas y se enfrentan a ellos, desafiándolos. Pero hay una referencia en la película todavía más contundente. Se trata del monstruo con el cual Anna (Adjani) tiene sexo a espaldas de su marido Mark (Sam Neill). Ese monstruo que recuerda a una criatura lovecraftiana aparece en la película sin mayor explicación, y le añade ese toque que la hace digna del terror fantástico y, a la vez, el thriller psicológico.

De acuerdo a una lectura simbólica, aquel monstruo, el tercero en discordia en la relación entre Anna y Mark, podría ser perfectamente una “materialización del odio” o una representación orgánica del odio que nació entre ellos. Al menos, esa fue siempre mi interpretación respecto de esa criatura horrorosa en Possession. Asimismo, en La sustancia, si vamos más allá de la mera alusión gráfica, la propia Sue, la versión “perfeccionada” de Elizabeth, podría ser una proyección física de la consciencia escindida de la actriz, ya que, recordemos, no es otra: es siempre ella. Sería una versión idealizada creada por su propia mente, una versión que se ajusta a los estándares de su “super yo”, la cual cobra vida pronto y adquiere una forma real, ciencia ficción mediante, como Golem de rostro apolíneo y figura de ninfa.

La posibilidad de que los contenidos psíquicos adquieren una expresión material es una cuestión que está presente en cierto misticismo antiguo, como lo es el budista con los llamados “tulpas”. No vamos aquí a discutir su existencia, pero como recurso simbólico abre una brecha que no se había considerado, al momento de profundizar en el sentido de la película. Así, no resulta demasiado descabellado decir que el monstruo deforme que surge casi al final y que representa una versión fallida de Elizabeth, a causa del abuso de la sustancia, sea en realidad una manifestación física de su propia consciencia, una representación orgánica de su propia mente atormentada, de su paupérrima auto imagen y auto concepto y una expresión de su propio interior, caótico y en permanente conflicto. Por supuesto que esta es una interpretación arriesgada y presupone afirmar que el exterior es, en el fondo, una expresión del estado interior del ser humano y que la imagen proyectada hacia los otros dice mucho sobre nuestro propio estado del ser.

Ahora bien, si dejamos de lado la lectura simbólico-psíquica de la película, propia de su carácter satírico, es posible aventurarse en un terreno aún más terrible. ¿Por qué? Porque puede tener un directo correlato con la realidad tangible y con las circunstancias actuales del mundo, y no solo remitirse a una analogía ficticia. Este dice relación con el terreno de la propia ciencia y la tecnología. En la película, nunca se aclaró el origen de la empresa clandestina que entregaba la sustancia de manera ilícita, como una droga dura. ¿Será que se la ofrecen solo a ciertas personas? ¿Será que hay unos “elegidos” por la sustancia? ¿O el mundo entero ya conoce sobre su existencia y opera a diestra y siniestra, con complicidad de los poderes fácticos? Son muchas las lecturas que se pueden hacer, dado el misterio que recae sobre los hacedores y proveedores de la sustancia, un gran acierto de la película: no revelar demasiado, lo que podría ampliar su, ya de por sí, distópico universo.

¿Y qué tal si, en un futuro hipotético, crear una versión mejorada de ti mismo, a través de una sustancia verde que incide en la división celular, pueda ser factible y hasta deseable? Por supuesto, que el solo hecho de plantearnos esta posibilidad como real puede transportarnos a un escenario futuro digno de Black Mirror (de hecho, también pensé en la serie antes de ver La sustancia) o a un mundo invadido por corporaciones poderosas, clandestinas y maquiavélicas que experimentan con el ser humano, sin límites morales ni éticos algunos. A juzgar por el avance de las elites en materia de inteligencia artificial, y las investigaciones sobre clonación realizadas por algunos científicos chinos, es preciso estar alerta y no subestimar el avance vertiginoso de la “Ciencia” en esa dirección.

Si no hay fronteras imaginables para la nueva ciencia, pronto tendríamos una sociedad que necesite integrar a las versiones clonadas en sociedad, versiones perfectas que parasitan de su original. Lo más parecido a un infierno en la tierra sería un simulacro permanente de cuerpos perfectos, un baile descarnado y descarado de figuras humanas no alineadas con su consciencia, tan vitales en su nueva forma como carentes de su diseño matriz, sombra de la sombra, ya no a imagen y semejanza de Dios: a imagen y semejanza del vacío post humano.

Nunca habrá correspondencia absoluta e incondicional. Nunca estaremos satisfechos con la imagen que nos hicimos del otro.
La lengua de América es también como la del Quijote de La Mancha. Mejor: la lengua del Quijote es también la nuestra. Así como la épica araucana de Ercilla; la historia abismante y fantasmagórica en Pedro Páramo; el modernismo en Azul; y la poesía del ascenso y la caída en Altazor. La misma lengua nos atraviesa, el mismo destino, el mismo ocaso.

"América y Cervantes/El Qujiote: El caso de Chile" Luis Correa-Díaz

"Lautaro Yankas proponía en su texto "Nosotros y el Quijote" (1959), de una forma cuasi interrogativa y aludiendo a la peregrinación de muchos americanos por la ruta de Don Quijote y Sancho, una tarea pendiente: ... "el hispano inspirado y el criollo de América, se han cruzado muchas veces en los caminos manchegos, sin reconocerse, acaso" (156) -así como ha sucedido, en nuestras propias rutas americanas, entre el criollo/mestizo (asimilado a la cultura dominante) de América y los habitantes originales y mestizos (insertos en las culturas dominadas). Recuérdese, con Carlos Fuentes, como se citó anteriormente, que la Mancha es América también, y Chile uno de sus recodos."

«Lo que América le debe a España», de Marcelo Gullo: Una vehemente defensa del legado español en el Nuevo Mundo frente a la leyenda negra. Por Ángel Vivas

"Los valores, llevados por España, que unifican a Hispanoamérica son los del pensamiento clásico y cristiano: el Derecho, la idea de que los hombres son libres e iguales y la de la inmortalidad del alma, lo mejor de Atenas, Roma y Jerusalén, los tres pilares de la civilización occidental. «Por eso —hace un inciso combativo Marcelo Gullo— la llamada teoría poscolonial, que rechaza los valores de la cultura occidental, es el disfraz del neocolonialismo de la oligarquía financiera internacional, del mismo modo que el indigenismo, que quiere hacer desaparecer el uso del español… es la etapa superior del imperialismo».
En definitiva, «gracias a España se produjo la liberación espiritual de Hispanoamérica», y a pesar de que —único reproche que manifiesta el autor al comportamiento de los españoles en América— «algunos hombres sin escrúpulos usaran el cristianismo para someter a los nativos o explotarlos económicamente".

Rafael de Ory: "El mejor argumento contra la leyenda negra es la historia verdadera"

"Durante estas múltiples visitas y estancias en el continente americano me encontré con frecuencia involucrado en inesperados debates de mayor o menor intensidad sobre la conquista española de las Américas. Me topé múltiples veces con la leyenda negra antiespañola en sus distintas variedades repitiéndose, una y otra vez, la nada agradable experiencia de no sentirme capacitado para debatir, y mucho menos para defender, el papel jugado por España en la conquista de América por carecer de la información y argumentos necesarios.
La solución a este problema, aunque si bien es cierto que con un poco de retraso, creo que lo tenemos al alcance de nuestra mano. Solo necesitamos estimular un poco nuestra curiosidad y sentarnos a leer y escuchar las palabras que todo un conjunto de historiadores y cronistas de prestigio contrastado nos han legado en sus obras y dejarnos inundar por la oleada de realidad histórica y científica que sus textos contienen.
A mí ese momento me llegó con mi jubilación cuando finalmente pude poner en practica la recomendación que ya en 1915 nos hacia el historiador americanista Rafael Altamira desde su exilio en México:
Pero a nosotros toca no olvidar, fiados en la obra ajena, una cosa esencialísima en estos asuntos: y es que la manera eficaz de vindicar nuestra historia en todo lo que deba ser vindicado, consiste en saber de ella más y mejor que los que puedan tener, en cualquier momento, interés de contrahacerla, o simplemente carezcan del de mostrarla tal como fue en todos sus aspectos. Mientras nuestro conocimiento de lo que hicimos en cualquier orden de nuestra vida interior o exterior dependa de los libros extraños, nos encontraremos en una enorme inferioridad para intervenir en la polémica. Conquistemos en esto nuestra independencia mediante una persistente labor, y el resto se nos dará por añadidura."

viernes, 11 de octubre de 2024

Tengo una mesa en la pieza que da justo al lado de la ventana, con vista al exterior de la calle, desde un segundo piso. Pasa muy poca gente y escasos vehículos a esta hora. De repente, uno que otro jugoso gritando incoherencias que se disuelven luego que el jugoso se pierde en la esquina siguiente. A lo lejos, se escucha uno que otro ladrido de perro. Las luces de los postes alumbran los rincones vacíos. Se siente un silencio muy agradable que colinda con el silencio aquí adentro. La noche de viernes invita al reposo y a la introspección. Mientras otros salen de carrete, yo permanezco en la mesa con una taza de café, tanteando la próxima línea en el borrador. Después de mucho tiempo, acostumbrado a esta dinámica, yo diría años, muchos años, puedo decir abiertamente que me encanta esa paz, esa paz que me brinda la soledad, el tiempo y el espacio que me permiten el disfrute de este anodino discurrir, sin mayor expectativa que la reflexión tardía y el pensamiento trasnochado.

Diez consejos para moverse en el mundo de lo conspirativo (Info Krisis)

1) Las conspiraciones existen, pero, cuidado con interpretar toda la realidad en función de teorías conspirativas.

2) Existen decenas de asociaciones que suelen ser consideradas como “centros del poder mundial”

3) El tiempo ha demostrado ser un gigantesco cementerio de conspiraciones.

4) Los procesos de degradación que se están dando en la modernidad, más que frutos de la acción consciente de sociedades secretas organizadas, deberían de considerarse como muestras de la entropía.

5) No hay teoría conspirativa perfecta: todas adolecen de algún problema y todas quedan superadas a corto plazo por los hechos.

6) Lo que se identifica habitualmente como “actores activos” en las teorías de la conspiración, son en realidad grupos económicos, carteles, dinastías financieras, en muchos casos más fuertes que la mayoría de los Estados que se mueven en defensa de sus intereses.

7) Los fascismos históricos, en especial allí donde tuvieron más arraigo, surgieron de “teorías de la conspiración” que tuvieron altos niveles de aceptación en tanto que respondían a fenómenos muy reales que habían ocurrido con anterioridad.

8) Ninguna de las teorías de la conspiración que circulan en la actualidad -y que, en buena medida, son compartidas por neofascismos, postfascismos, nacional-populismos o extrema-derecha- es completa y verificada.

9) La “teoría de la conspiración mundialista” es, por el momento, la que mejor se adapta a la interpretación de la realidad del siglo XXI.

10) Las teorías de la conspiración, en sí mismas, son meros modelos de interpretación de la historia, más o menos próximos a la realidad (o completamente alejados de ella en el caso de las teorías conspiranoicas).

"El incierto futuro de Chile, a cinco años de la asonada de Octubre", Lucy Oporto Valencia

¿Qué oscuras fuerzas se desplegaron desde el interior del alma humana, en aquellos días, con efectos persistentes en Chile? ¿Qué fuerzas, capaces de nivelar delincuentes, barras bravas, falsos luchadores sociales, artistas y académicos, con vistas al derrumbe de toda estructura, sin más?

(...)

A cinco años de la asonada de octubre, el futuro de Chile se torna cada vez más incierto, conforme la violencia va transformándose, como si se tratase de un organismo o una fuerza autónoma.

Dado el sostenido progreso del crimen organizado, ¿es posible que, desde antes del principio, la planificación de tal acontecimiento haya estado bajo su dirección? ¿Quiénes lo planificaron? ¿Agentes del crimen organizado transnacional? ¿Fuerzas políticas, cuyas expectativas acabaron siendo aprovechadas y absorbidas por dichos agentes? ¿O hubo una coordinación entre ambos frentes, cuyos derroteros se separaron, o bien, permanecen hasta ahora unidos en las sombras?

La llamada “democratización del consumo” y la disposición colectiva a asimilarla desde dentro, ampliamente desplegadas durante la postdictadura, acabaron produciendo un tipo humano interiormente vacío e ignorante, desde un punto de vista fundamental; esto es, inconsciente y sin espíritu, funcional a su propia cosificación y trituración en el tiempo, en tanto consumidor ávido de tener, poseer y destruir no sólo cosas, sino también a otros seres humanos, considerados sacrificables y desechables.
 


"Pero entonces, ¿los humanos no somos esos seres racionales que suele describir la teoría política?

Uno de los aspectos clave de la vida humana es que las personas no se mueven por argumentos, sino por pasiones, intereses, y, en el caso del Occidente moderno, por sus carreras. Los racionalistas suelen mostrarse más irracionales que la gente común. El taxista o el camarero que te sirve el café están más en contacto con la realidad y los problemas cotidianos. Los políticos, por el contrario, se hallan aislados de la vida diaria y piensan que entienden las cosas mejor que el resto. Pero es una ilusión. A veces los problemas, sencillamente, no tienen solución, sólo son trágicos o absurdos. Pinker no lo ve así. Sería capaz de defender algo así como: 'Nunca ha habido un mejor momento para tener a un Terminator'. (Risas). Y fíjese que aunque a Pinker lo han atacado por no ser lo suficientemente woke, sigue creyendo que, si predicas la razón, la gente le escuchará."

John Gray, el rey de los pesimistas: "La situación actual se parece especialmente a las vísperas de la Primera Guerra Mundial, la civilización podría extinguirse"

jueves, 10 de octubre de 2024

Cuando ya no hay respeto ni admiración por el otro, no puede haber amor ni amistad. Paréntesis aparte, eso lo supo el Joker de la peor forma. La suya es la historia de un hombre herido, marcado por la violencia y redimido en un símbolo del caos para encontrar, finalmente, su caída trágica en la segunda entrega. No bastando con lo que vivió en la primera, tuvo que sufrir una decepción amorosa, luego sufrir el abuso de poder de la policía y todo el aparato judicial, y finalmente ser negada su propia esencia, al ser eliminado por un impostor que decía ser el verdadero Guasón. Definitivamente hubo un ensañamiento con el personaje a niveles grotescos. Warner literalmente lo usó de piñata y pareciera que hubieran querido llevar su nivel de patetismo a un extremo a sabiendas, para desquitarse.

lunes, 7 de octubre de 2024

Hacia una cineteca de los sueños

“La realidad es la única película que nos quita el sueño". Enrique Lihn

Unos científicos japoneses desarrollaron una tecnología capaz de grabar y reproducir los sueños como si se tratara de material audiovisual. Tal como se lee. El equipo está liderado por Yukiyasu Kamitani, jefe del Departamento de Neuroinformática de los Laboratorios de Neurociencia Computacional en Kioto. Gracias a un método avanzado, consiguieron examinar los procesos neuronales involucrados en los sueños, generando así una imagen detallada para cada uno. Por supuesto que la calidad de las imágenes todavía no es la más óptima, pero ya se ha logrado una versión beta del mecanismo informático.

“Soñamos para olvidar”, escribió el científico Francis Crick. Sin embargo, se está llegando al punto en que ya no será factible olvidar lo soñado. El sueño de estos científicos ambiciosos será el de ingresar al mundo de los sueños para robarse unos cuantos secretos. En la carrera por el poder onírico, un investigador de la Universidad de Texas, Daniel Oldis, ya se ha dedicado a registrar los movimientos y el lenguaje de los sueños, mediante el uso de electromiografía. Lo deja patente en su libro llamado “Manifiesto del sueño lúcido”.

Nuevamente, una idea fascinante, a la vez que aterradora. ¿Y si tuvieran, aparte del manejo de nuestra mente, con un aparato en la línea de Neuralink, también el control sobre nuestros más íntimos sueños? El hombre no sería libre ni siquiera al momento de dormir para reposar su fatigada consciencia, exhausta por la vida de la vigilia. Una verdadera policía de los sueños. Un Estado tecnocrático con influencia hasta en el terreno onírico de los ciudadanos. Será tal vez, como reza el tema de Cheap trick: “The dream police/they live inside of my head”.

Wim Wenders filmó una película del año 1991 llamada Hasta el fin del mundo. Su argumento resulta increíblemente profético, con respecto a los avances mencionados. La película se trata básicamente de un futuro desastroso, a la sombra de una catástrofe nuclear. Un tal Sam es perseguido por agentes misteriosos (la CIA) porque esconde una cámara capaz de “hacer ver a los ciegos”, con el potencial de grabar los sueños humanos. Tanto Sam como Claire, la novia del escritor Eugene, se vuelven adictos a visualizar sus propios sueños en la pantalla, entonces Eugene rescata a Claire, aquejada por la abstinencia que le provocó la exposición al visionado onírico. Tras estos eventos, Eugene acaba una novela que estaba escribiendo y se la regala a su novia, usando, de esa manera, “la verdad de las palabras” para redimirla de la “enfermedad de las imágenes”.

En efecto, pareciera que, cuando se trata de los sueños, su enigma, las palabras están reñidas con las imágenes, y estas últimas pretenden volverse hegemónicas en su representación. Pero no tiene por qué ser así. La palabra puede también engendrar la imagen y dotarla de un poder creativo. Es cosa de remitirse a las adaptaciones cinematográficas de grandes novelas. Es más. La propia IA, hoy por hoy, posibilita que sus usuarios redacten un prompt capaz de generar imágenes sorprendentes, impensadas sin su algoritmo frenético.

Es cosa de tiempo para que la puerta al mundo de los sueños sea abierta y sea revelado su sello. La caja negra de los sueños nunca había resultado tan oscura ni tan penetrante en su abismo, algo que Freud quizá solo intuyó, y algo que su discípulo Jung, aún más aventajado, alcanzó a visualizar de manera profunda en su travesía a través de los símbolos y arquetipos del inconsciente colectivo. Parece una cuestión de fantasía, pero en la práctica se está trabajando para ello. Toda la maquinaria neurocientífica y tecnológica está puesta en ese menester. Toca anticiparse a un escenario de control total sobre nuestro íntimo y sagrado “conteo de ovejas”, aunque también toca “hackear el sistema” e imaginar un panorama más favorable, uno en donde el control sobre nuestros propios contenidos oníricos sea enteramente nuestro, acaso con clave mediante, soberanos sobre nuestro reino de los sueños y pesadillas.

Años atrás, recuerdo que escribí una crónica en donde relataba la posibilidad de una cineteca de los sueños, luego de ver un afiche de un documental sobre Aldo Francia, pegado en una pared de una esquina de mi barrio. La cineteca, había escrito, podría proyectarse en los patios traseros de Valparaíso, en un visionado de las ruinas, donde “el tiempo se sueña a sí mismo”. Si fuera posible esa cineteca de los sueños, pediría que su calidad visual no fuera tan nítida ni se asemejara a la alta definición gráfica. Antes, preferiría unos sueños en calidad VHS, onda Lynch, con aquella textura retro, porosa y borrosa, propia de los años ochenta y noventa, época de la infancia, sueño cristalizado en el tiempo y convertido en el mito del origen.

Cuando enseño un contenido, suelo ocupar un ejemplo práctico antes de pasar a lo más conceptual. Hoy introduje el género dramático. Les pregunté a los alumnos si podían definir qué era un drama, y si habían vivido alguno en su vida. Como ninguno se mostró presto, volví a repetir la pregunta: ¿Qué drama habían vivido? Uno habló sobre un asalto; otro, sobre el incendio de su casa. Cuestiones que ya antes había escuchado, lamentablemente, de otros compañeros suyos, una situación que se estaba volviendo rutinaria, anecdótica, en el país. Eran situaciones esperadas en un contexto más o menos convulso.

Sin embargo, la respuesta súbita de un alumno me sorprendió: -Nacer-, dijo. -Ese es el drama-. Silencio, de pronto. Le volví a preguntar, esta vez, a qué se refería con eso. -Uno no pidió nacer, así de simple-, contestó el alumno, sereno y muy tranquilo. De inmediato, me remitió a Segismundo en La vida es sueño de Calderón de la Barca. El cabro no lo había leído, pero intuyó -sin quererlo- el sentido profundo de su monólogo. "¿Sabe a quién me recuerda? A Calderón de la Barca", agregué. "Le sugiero que lo lea". Anotó en su cuaderno y luego siguió escribiendo otro texto que no conseguí descifrar.

El solo hecho de haber dicho que el drama verdadero era nacer, lo distinguía del resto. A veces, las reflexiones más profundas, al hincar en el nervio de la condición humana, generan esa sensación de haber tocado algo infranqueable, solo accesible a ciertos caracteres. Había pensado en recomendarle al cabro la lectura del filósofo misántropo, Schopenhauer, pero desistí. Quería que el propio cabro se diera cuenta y tanteara un posible recorrido a través de la literatura y la filosofía del pesimismo. Un sacerdote místico tenía que ser el inspirador. Un largo trecho le espera. Las búsquedas, las verdaderas, siempre son personales, como las iniciaciones. Y el profesor puede solo ser el guía, el guía hacia el camino propio, sea este, a futuro, luminoso o repleto de senderos tenebrosos. No le corresponde recorrerlo a nadie más que al alumno, pese a él mismo.

domingo, 6 de octubre de 2024

Magistral:

"El crimen fundamental de la ilusión favorecida por el Logos fue, como supo ver Heidegger, el célebre «olvido de sí» sobre el que tantas tesis doctorales se han escrito en las últimas décadas… Sin producir consecuencias reales. El mito del Progreso se ampara en el supuesto avance constante de la Ciencia y de la Razón, por medio de la Historia, hasta alcanzar un retorno al Paraíso Perdido aún más secularizado que el de su versión cristiana: ¡es la Utopía! Por cuya entelequia el ser humano ha sido capaz de sacrificar millones de vidas para poder elevar a ese chivo expiatorio a la lógica de la abstracción. Contra lo que afirma la práctica totalidad de los manuales de filosofía desde los siglos XIX y XX en adelante, no hemos abandonado jamás el terreno del Mito, aunque a cambio sí que hemos profundizado en la trágica herida abierta por el Logos entendido por los sofistas como sinónimo de «discurso» o «razón».

El lenguaje es el «grado cero» de todo pensamiento: la entrada y la salida al laberinto del existir; y de ahí su naturaleza paradójica. También los símbolos son la salida del falso laberinto del no-Ser: pero por su excesiva divulgación, a través de la profanación de la publicidad y demás usos pervertidos, hoy en día ha perdido buena parte de su significado. Junto a la inconfundible voz del símbolo, el Logos es, pues, nuestra mejor herramienta para descifrar la realidad, para deshacer la ilusión que cierra el Simulacro sobre nuestras mentes… Lo mismo que, por su excesiva conceptualización, que podríamos denominar “neurótica”, el Logos también es el mayor impedimento para entender la realidad sin las ataduras del paradigma racionalista. Así fue y así será durante el actual ciclo, puesto que en nuestro origen está también nuestro presente."

Guillermo Mas Arellano

sábado, 5 de octubre de 2024

Segunda visión contraintuitiva sobre el Guasón 2

(alerta de SPOILER: no leer si no ha visto la película)

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La relación amorosa entre Harley y el Guasón no fue lo que más me conmovió. Se notó demasiado tópica y predecible al comienzo e incluso muy avanzada la trama. Eso sí, dejaba entrever algo mucho más importante, polémico y poco estudiado por el biempensante promedio: la hibristofilia, enamoramiento y admiración patológica hacia el delincuente violento, con ciertos rasgos fuertes de personalidad, fenómeno que me recordó mucho al caso de las fanáticas de Charles Manson o las cartas de amor recibidas por Ted Bundy o Jeffrey Dahmer.

No me conmovieron los bailecitos musicales con tintes de sarcasmo y humor negro, ni la escapada de la cárcel ni el polvo furtivo en el calabozo. Lo que sí me remeció por dentro fue el final de la relación. Me sentí identificado. En cierta manera, todo acabó cuando el Guasón tuvo un momento de lucidez y reconoció ser solo Arthur Fleck, un sujeto disociado que sufrió mucho en su infancia, que llevaba una vida miserable y que, en un arranque de furia, liquidó a otros.

Al escuchar esa confesión, carente de la sorna y del desparpajo que caracterizaba al Joker, Harley dejó de sonreír y lo abandonó sin piedad. Arthur, cansado de interpretar el papel, había declarado que el Guasón no existía. Se lo comió la sombra, esa sombra caricaturesca al comienzo del filme. Se lo comió su propio personaje, superado por la brutalidad de su vida. Así como el Guasón no existía más para Arthur, así también el Guasón dejó de existir para Harley y, con él, su amor, su sujeto de admiración. Lo había dejado de respetar y de admirar, por ende, lo había dejado de amar.

Tras escapar del jucio, en medio del desastre que reinaba en la ciudad, ya era demasiado tarde para enmendar las cosas. El caos se había vuelto garantía de libertad para Arthur, la única manera de enfrentar su realidad. Pero en el momento en que vio más allá de la máscara del Guasón, perdió todo su poder, el poder de su personaje, de su fantasía. Junto con su máscara y su imagen, también moría el amor entre ambos, porque, sencillamente, no puede haber amor sin admiración, solo una cáscara vacía, un rostro demacrado, vaciado de brillo.

Dos visiones contraintuitivas sobre el Guasón 2

(alerta de SPOILER: no leer si no ha visto la película)

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Fui a ver el Guasón 2 al Insomnia, sin expectativas, luego de leer las críticas que destrozaron esta secuela. La mayoría coincidía en que la primera había dejado la vara muy alta, que era innecesaria, que intercalar demasiado musical y poner a Lady Gaga como Harley Quinn se trataba de una medida artificiosa, maquinada por la Warner para justificar el enorme presupuesto. Y sí. Confirmo que la secuela se sentía radicalmente distinta, yo diría que incluso había momentos que recordaban más a La La land, a un La La land bizarro más que al primer Guasón del 2019.

Sin embargo, algo ocurrió en esa sesión del Insomnia. Pese a la mala idea que me había hecho de este Guasón, disfruté la película de principio a fin, desde otro ángulo. En el momento de la trama donde se desarrolla el juicio contra Arthur Fleck, unos locos sentados muy atrás, en las butacas del fondo, comenzaron a hacer ruidos. La cuestión fue in crescendo: sonó la apertura de una lata (supongo que no era de cerveza, supongo); luego, el desagradable sonido de la masticación, que se volvió reiterativo y siempre crocante; y, por si fuera poco, las risas y comentarios desatinados. Yo miraba hacia atrás, a ver si les paraba el carro, pero nadie a su alrededor, al menos los que se sentaban en las butacas del fondo, se mostraba especialmente molesto. Muy sospechoso.

Me volví a concentrar en el juicio, de tanto en tanto, cuando la película alternaba sus musicales con la dupla Harley-Joker (Gaga-Phoenix). Fue en esos instantes que advertí la relación entre el boicot sonoro que se estaba gestando en la sala y el espectáculo circense en el que se había vuelto el propio juicio contra el Guasón en la película. Su risa nerviosa irritaba al juez y era el festín de sus feligreses en el estrado, mientras en la sala de cine continuaba el carnaval grotesco de la interrupción, con las masticadas que iban en aumento, las toses furtivas, las risas a pito de nada y los murmullos sin sentido. Fue tanto que, llegado a un punto, increíblemente, no quise interrumpir a nadie y solo seguí viendo la película y su resonancia caótica fuera de la pantalla, en medio de la propia audiencia al fondo de la sala que, merced a su desatino, parecía imbuida de ese espíritu payasesco y nihilista propio del Guasón. ¿La risa de esos idiotas habrá sido la risa del que desprecia el espectáculo que está viendo, o la risa del que festina con el sufriente libertinaje del protagonista?

A punto del clímax, el alboroto dentro de la sala había parado. Quizá porque el propio Guasón estaba encontrando su fin, entonces las risas devinieron un silencio atroz, apenas un aplauso de protocolo que se disolvió demasiado pronto, con el encendido de las luces. Fuera del cine, de noche, nadie volvió a reír.
La idea de "sentar cabeza" me persigue, pero yo soy más rápido.

viernes, 4 de octubre de 2024

Hay un "exilio hacia adentro" del que hablaba Enrique Lihn y otros metapoetas: el "inxilio". Ese hecho de estar, pero no estar. Permanecer, a pesar de todo, donde ya no eres necesario ni imprescindible, apenas un fantasma esforzándose por desaparecer todavía más, apareciendo a tientas por motivos aleatorios. Lo pensé al recorrer las mismas calles de siempre, las de antaño, en circunstancias de que ya no frecuento los mismos círculos y de repente me topo con algún rostro del pasado, haciéndole el quite o, cuando ya el trato es inevitable, esbozando una sonrisa irónica, un gesto distante y a la rápida, para demostrar que el abismo que me separa de aquella gente sigue intacto. Por lo pronto me quedo en la ciudad que me vio crecer, la de mis más grandes pasiones y también las de mis más hondas heridas, y supongo que habrá que seguir lidiando con aquellos viejos extraños, porque la calle es libre, porque no le pertenece a nadie, porque solo nos pertenece el paso en falso o la evasiva para cruzar hacia la otra vereda y continuar el camino, tranquilo, firme, en soledad.

miércoles, 2 de octubre de 2024

En una breve vuelta por el plan, me saludaron cuatro alumnos. Eso, porque la escuela en la cual trabajo queda relativamente cerca de mi casa. También me encontré con una ex compañera de Universidad. Nos saludamos y conversamos. Confieso que tiendo a rehuir a la gente con la que me topo en la calle, pero, cuando se da de manera espontánea, y ando de buen ánimo, no tengo ningún problema en hacer un poco de vida social. Es grato, después de todo, ser todavía reconocido como persona humana... al menos.