sábado, 10 de diciembre de 2022

Previa publicación de Rinconada, recuerdo que el editor me recomendó que acortara caleta el conjunto de textos a publicar. De todo ese material podían incluso salir más libros, y fue ahí que pensé en la idea de una "trilogía". Publiqué entonces Rinconada como si se tratase de una primera tanda de crónicas, reunidas bajo una serie de partes para intentar un hilo conductor en torno a la temática del espacio, más específicamente, la dialéctica del adentro y del afuera.
Por su parte, el segundo libro, A destiempo. Reminiscencias e instantáneas, se compone de textos y crónicas que habían quedado relegadas en la primera tentativa de publicación. A este nuevo conjunto se le debía dar otro hilo, pese a las similitudes y evidentes conexiones con Rinconada. Fue así que pensé en la temática del tiempo como sustancia de la experiencia y carne de la palabra.
En cierta manera, Rinconada y A destiempo son una extensión del mismo proyecto, aunque diferenciados totalmente por las circunstancias vitales que rodearon su creación. Sin embargo, el diálogo entre ambos libros es inevitable. Ambos forman parte de la historia descrita en ellas, sus sinsabores y sus placeres, sus esfuerzos y sus renuncias, su absurdo y su sentido.


viernes, 9 de diciembre de 2022

Tremendo poema de la alumna poeta del segundo medio, que tenía pendiente de mostrarme. Estoy emocionado:

Poder

¿Quién tiene el poder?
Te lo explicaré
El poder lo tienes tú
El poder lo tengo yo
Tienes el poder de arruinarme
Tengo el poder de arruinarte
Tenemos el poder de arruinarnos.
Sí, pero….
Tenemos el poder
De hacer que la ruina
Sea nuestra salvación.
Tenemos el poder
De armarnos
Una vez que nos rompamos
Ese es el verdadero poder.
Puedes pedirme que renuncie a todo
Pero no me pidas que renuncie a él.
Somos la representación
De todo lo que podemos ser.
Entonces... ¿nos arruinamos?
Hagámoslo
Para luego salvarnos.
Esa es toda la verdad.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Breve reseña y prólogo a mi segundo libro: A destiempo. Reminiscencias e instantáneas (2022)

"A destiempo. Reminiscencias e instantáneas, se propone como un compendio de crónicas sobre las vivencias personales del autor en el puerto de Valparaíso, intercaladas con digresiones reflexivas sobre diversas anécdotas o pensamientos. Este libro continúa la tónica del primero, Rinconada. Crónicas del adentro y del afuera (2019), pero apuesta a establecer un eje temático en torno a la experiencia y la reflexión sobre el tiempo como materia del acontecer y como sustancia de la palabra.
La distribución de las crónicas se realiza mediante dos grandes capítulos: Reminiscencias e Instantáneas, cada uno de los cuales cuenta con su propio orden cronológico. En la parte de Reminiscencias, el hilo conductor de las crónicas se tensa en los recuerdos, las evocaciones y las memorias, buscando retrotraer la experiencia pasada al presente de la escritura, siempre anacrónico. En la parte de Instantáneas, los textos apuntan a describir un instante específico de un acontecimiento o vivencia, o bien, a configurar una escritura que se desarrolle desde el momento mismo de su ejercicio. Aunque cada parte tiene su propia orgánica, el lector podrá encontrar nexos entre ellas, a medida que indaga en las coincidencias y los secretos que las unen, en una tentativa de reconfiguración de una experiencia completa."


Prólogo 

La siguiente declaración del autor parece que atrapa una de las corrientes de este volumen: «Caminar solo y sin rumbo por las calles, un día desocupado de noche. Había olvidado lo bien que se sentía». 

Al entrar en este libro, observamos pensamientos relativos a todo orden de cosas, por ejemplo: relaciones amorosas, amistades, entre otros. 

El ordenamiento lógico de estos no se avizora bajo un eje predominante, más bien se exponen y se van significando cada uno en sí mismo. Un aspecto interesante es que el lector puede interpretarlos libremente y asociar uno con otro, para de este modo trazarse un mapa o esquema mental. Quizá algo parecido a lo sucedido en Rayuela de Julio Cortázar, obviamente en el itinerario que promueve el escritor. 

Ello implica jugar a menudo con los períodos de tiempo. En este sentido, varios elementos sobresalen para conectar entre sí y volcarse tanto hacia el interior como el exterior del lector. A fin de cuentas, son oleadas del pensamiento humano con sus propios lapsos y, en conclusión, también ilusorios. 

En este punto, quién podría decir con exactitud, la duración de un momento cuya imagen es una instantánea que apenas conservamos. A veces eterna, y en otras ocasiones constituyen solo segundos de este silencio inextinguible llamado tiempo. Gracias a nuestra reflexión podemos construir historias, y esa misma capacidad se refleja en este libro precisamente llamado A destiempo: reminiscencias e instantáneas. 

Adentrarse en este mundo implica mirar, tanto hacia afuera y hacia adentro de nuestra historia personal, como lo hace el escritor Gabriel Palomo, quien nos otorga una visión particular de su propia forma de ver la vida, la cual está teñida obviamente por conceptos generacionales, como aparece en la crónica del 02/03/19: «La algarabía de marzo, arriba en forma de niebla, y con ella regresan los pendejos de uniforme a las calles, las fotos del primer día afuera de las escuelas». A través de ellos, nos reflejamos de manera local, quienes vivimos en este Chile de historias, memorias y evocaciones, que, de algún modo, reflejan y permiten conocer nuestra idiosincrasia, como un aspecto relevante de los hombres y mujeres de este lado del mundo. 

Por lo tanto, localizarse en este territorio, específicamente en los años ochentas, noventas y dos mil, en un lugar como Valparaíso, por ejemplo, por nombrar unos de los lugares señalados, involucra teñir nuestro recuerdo de cierta visibilidad del ser hacia el otro, ya que nos gusta reconocernos, mirarnos frente a frente y de este modo construir identidades: «Porque en las típicas reuniones familiares, cuando todos están a la mesa a propósito de una fecha popular, te lanzan las clásicas preguntas de siempre: cuándo va el trabajo, cuándo la novia y cuando sentarás cabeza», en la crónica fechada el 08/12/15. En la óptica mencionada, quizá sea más fácil posicionarse y construir la realidad fragmentada que conocemos o nos desconoce, de cierta manera nos arranca pedazos que solemos apresar como ladrillos de nuestra propia construcción, lo cual también forma parte de ese gran segmento llamado memoria. 

Y sabemos qué importante es construir la memoria de los pueblos, ya que nos permite, como decía anteriormente, reflejarnos y sabernos vitales, como integrantes y protagonistas de estos recuerdos en los que nos sabemos vivos y con derechos a seguir habitando este pedazo de tierra llamado Chile: «Una niña de la casa se pregunta por qué se escuchan tantos helicópteros en el cielo de noche. La mamá dice que nos están vigilando. Omite silenciosamente la palabra miedo», escribe el 25/10/19. 

Fuera del aspecto marcadamente regionalista, también se aprecian distintos niveles de la consciencia del ser humano reflexivo. De este modo, somos partícipes de la propia voluntad creadora y, como nuestro pensamiento expresado a través de la palabra tiene ese don de hacernos recapacitar, nombramos las cosas para no terminar extintos. Luchamos constantemente contra la acción desgarradora del tiempo que destroza el fragmento que queremos rescatar; atesoramos fotografías, libros, Gabriel Palomo Ponce u otros como una forma de conservar recuerdos vivos, en una lucha constante e imperecedera: 

La memoria, incluso la denominada individual, se construye sobre la base de narraciones que constituyen formas de discursos y modos de organizar experiencias, por ejemplo, las pasadas, que son culturalmente dotados de significado, y que, para ser inteligibles a la persona, grupo, sociedad o colectividad a quien se presentan, hay que expresarla en relatos lógicos que muestren la verosimilitud de lo que se está recordando o relatando. (Jorge Mendoza García, Las formas del recuerdo: La memoria narrativa) 

Una de las maneras de contrarrestar el efecto pernicioso del olvido, es la escritura. Mediante ella exorcizamos todo aquello que borra partes de nuestra propia historia personal. De este modo, conservamos fragmentos de nuestra cultura; nuestro legado se mantendrá a salvo del paso del tiempo y nos permitirá a su vez, poder reconstruir la historia de otros, tal y como hace el escritor. 

Gabriel Palomo, en su libro A destiempo: reminiscencias e instantáneas, nos permite reconocernos en estas fotografías como parte importante de un tiempo que construimos permanentemente y que aflora al leernos. La lectura es también una vía para poder observarnos y conservar el fragmento de tiempo que anuncia otras vidas, otros cuerpos, otros países, otros dialectos, aún no descifrados; los cuales esperan ser comprendidos, y ser parte imprescindible de nuestra vida. 

Por esta razón, se agradece este compendio de historia y miscelánea de un tiempo valioso, porque nos reconocemos parte importante, muchas veces testigos o en otras ocasiones, protagonistas de estas escenas íntimas de Gabriel Palomo, escritor que nos permite vislumbrar esta biografía como una suma de experiencias de un hombre que vive el momento. Su experiencia entonces nos parece verídica y nos recoge a una época que continúa hablando, escribiéndose permanentemente, con nosotros o a pesar de nosotros mismos.


Claudia Vila Molina Poeta y crítica literaria

domingo, 4 de diciembre de 2022

Ese clandestino e insondable límite en el que literatura y vida acaban siendo una y la misma cosa. No cualquiera franquea esos horizontes sin antes ser perseguido o, peor aún, seguido de manera incondicional.
Los insultos de Gaspar Rivas a compañeros de bancada demuestran, sin filtro, el desparpajo y la odiosidad de los honorables. Los políticos serían así un reflejo de su sociedad, una sociedad dividida, enemistada, polarizada, porque, seamos sinceros ¿Quién no ha sentido alguna vez, en algún punto de su vida, el impulso de denostar abiertamente a unos cuantos ingratos? La otra cara de la democracia envuelve también esa libertad, pese a su contradicción. Se corre el riesgo de perder poder al proyectarlo negativamente sobre otro, aunque resulte catártico denunciar, de vez en cuando, una "conchesumadrada".

sábado, 3 de diciembre de 2022

Después de comprar el libro La poesía chilena no existe, pasé por Bellavista para ver un puesto de libros callejeros y estaba la versión literaria de la película Bajos instintos, traducida como Instinto Básico, de Richard Osborne. Nunca supe de la existencia de este libro hasta ese instante, por lo que procedí a comprarlo. Me vi, entonces, con La poesía chilena no existe y con Instinto Básico en mi poder. De pronto, surgía en mi cabeza una asociación inesperada. ¿Y si mezclamos el ensayo crítico sobre la poesía con la atmósfera apasionante de amor, sexo y violencia? De ahí podría surgir una hipotética novela rompedora, un futura obra de suspenso erótico con un trasfondo antipoético, porque sus propios ingredientes implicarían el aspecto más salvaje de la poesía. Este fortuito ready made literario era la señal, y todo en la propia escena del crimen. La musa se rebelaría contra lo establecido. La poesía se volvería violenta. La novela hablaría de la decadencia, el eros y la muerte.

viernes, 2 de diciembre de 2022

Compré La poesía chilena no existe de Guido Arroyo. Su título me impulsó poderosamente a tenerlo. Estaba barato en la librería En el Blanco, mismo lugar donde solía estar, antiguamente, el Salón Blanco de la ex Piedra Feliz. Subí por esos entrañables escalones rumbo a la librería como quien sube al mausoleo de un tiempo oxidado. Cuántos carretes de poesía vividos ahí, cuántas lecturas en cada uno de esos salones ahora cerrados con llave. Donde corría el vino, las risas y la camaradería, solo resta el olor a libro inventariado y el polvo producto del trajín. En cierta manera, ya no existe la poesía chilena en esos lares, mucho menos, la porteña. Los que la leían con afán y pasión acabaron idos, enfrentados a muerte o separados por la plaga y el futuro. Al menos, tras la compra de aquel libro, la metáfora sobre la posibilidad permanece cual sombra a la siga de su desaparecido portador. “Escribir como una forma de perderse”. Me voy, sin embargo, con la sensación de estar desapareciendo para siempre. La poesía porteña ya no existe.

martes, 29 de noviembre de 2022

Algún día se escribirá "la historia secreta de la poesía porteña", pero espero que aún quede poesía y puerto para cuando eso ocurra.
Lo único que puede regocijar a un escritor -durante sus días más oscuros- es el hecho de escribir cada día más y mejor que antes. Ante los hechos acontecidos, hayan sido o no su responsabilidad, él se sonríe, porque sabe que de ellos sacará la masa para edificar su próxima funesta arquitectura, su propio monumento hecho de esperanza y de tragedia, pero sabe que, como cualquier monumento, este corre el riesgo de ser vandalizado, profanado, demolido frente a la primera inclemencia del tiempo o, lo que es peor, elogiado con sumo cinismo y sin ápice de comprensión.

El encuentro fortuito de El tripulante de Raúl Peralta Moris

Hoy en sala de profes, la encargada del CRA comenzó a leer unas extrañas páginas. "Lo sustancial carece ya de sustancia producto del exceso de manipulación del concepto", decía, con monotonía y con cara de no entender nada. Luego de leer esas líneas, la encargada preguntó a quién le gustaría leer el libro entero. Ningún profe se dio por aludido, hasta que levanté la mano. "¿Eres escritor?", me preguntó ella. La pregunta me dejó perplejo. ¿Por qué querría saberlo? Sin embargo, con confianza, le respondí que sí. Acto seguido, la encargada puso una firma y se acercó. "Te regalo el libro", dijo. "Por fin me libré de él", agregó. Se suponía que la encargada quería deshacerse de este libro enigmático por encontrarlo raro y alguien debía recibirlo en su lugar. Yo fui aquel. Y, sin duda, se trató de un regalo inaudito, sobre todo porque el escritor del libro es porteño y tiene por nombre Raúl Peralta Moris. El libro en cuestión se llama El tripulante y data del año 97, publicado por la Sociedad de Escritores de Valparaíso. Consiste en un compendio de un viajero, pero escrito en un estilo vanguardista, lleno de metáforas, imágenes y con experimentos en la tipografía y el diseño de las páginas. Me sorprendió, a vuelo de pájaro, el estilo del escritor, aunque mucho más su misteriosa figura y el cómo llegó a mis manos este ejemplar. Dice la leyenda que el poeta Tristán Tzara escogió la palabra dadá al azar de un diccionario, y que, para el Conde de Lautreamont, lo bello era el encuentro fortuito entre una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección. En cierta manera, este libro del escritor Peralta Moris fue evocado con ese mismo ímpetu surreal, solo que, en lugar de la mesa de disección, se trataba de la mesa sobre la cual los profes revisaban pruebas en silencio. En fin, la anécdota parece conjurar el contenido mismo del libro, su espíritu, de quien se dice, en la solapa, que prepara un mensaje místico, esotérico.