jueves, 3 de diciembre de 2015

Sobre "The social network" de David Fincher



Hace poco leo la noticia sobre el supuesto origen de Facebook. Según la película de David Fincher, The social network, la página fue creada por Mark Zuckerberg de acuerdo a un argumento digno de telenovela, en este sentido, la pericia informática en función de un mero problema sentimental, la creación de una página web para calificar el atractivo de las compañeras de universidad (de ahí una posible y remota explicación para los "me gusta"), a modo de venganza después de que la novia de Zuckerberg, Erica, terminara con su relación. Luego, la idea que surgió como una simple calentura la compartiría con sus compañeros de Harvard para así crear un sistema que permitiría compartir la información de las personas sin (idealmente) invadir su privacidad. Siempre es necesaria una mitología, un relato de ficción, por tópico que parezca, para encumbrar un proyecto, sea el que sea. La realidad siempre va un paso más adelante. Conviene la existencia de una lectura más amable y catártica sobre el origen de una página web poderosa, así como también conviene que se hable sobre el origen heroico y honorable de la democracia o de la patria, inclusive la mismísima política. Podría especularse lo peor, que Facebook es solo un invento de la CIA, que Zuckerberg no es más que un agente de inteligencia. Se puede decir lo mismo sobre la propia historia del país, que todo es una vil manipulación, que la brecha entre la verdad y la ficción es más reducida de lo que parece. Sin embargo, tanto el relato amable como el más crudo son necesarios para mantener las cosas como son. Otro tanto se decía de la Guerra de Troya, que de acuerdo a La Ilíada se originó eminentemente por un lío de faldas, por el rapto de Helena a causa de Paris, príncipe del ejército troyano. Los griegos más antiguos no distinguían entre el mito y la verdad. De acuerdo a su experiencia vital y su entendimiento mitológico, el rapto amoroso era un motivo de guerra, a pesar de los conflictos esencialmente territoriales, políticos. Quizá en un futuro la propia película de Fincher, su lectura ficcional sobre el origen del sitio (guardando las proporciones), sea vista como otro relato épico más, y la lectura más dura de la realidad, repleta de conspiración política y de intereses económicos, sea otra página más en la historia de ese gran mito moderno que es Facebook. Alvin Toffler acerta al decir que “el futuro ya pasó”, la verdadera ciencia ficción trata de lo que está pasando, de lo que ya pasó, de lo que todavía puede pasar. Una simple peripecia del pasado puede engendrar otra era, como también puede sepultarla. Estamos ahora en línea, hablando, pero eventualmente, cuando todo acabe, podemos dejar de estarlo. Y, sin embargo, pese a nosotros mismos, nuestro mito sobrevivirá.
Un amigo envía este clásico por correo con la siguiente frase, lógica, predecible pero siempre necesaria: "Los perdedores también pueden ganar": Me aliento a mi mismo a despertar, a seguirlo todo con la normalidad exigida, a continuar rodando la gran rueda, aun con el peso a cuestas de todo lo que pasó ayer, mucho antes, los recuerdos agradables y desafortunados debajo de la alfombra de la pieza, y también todo lo que todavía puede ocurrir y que solo existe como un deseo en ciernes, como algún hijo desconocido que no se sabe donde está o si en realidad es solo producto de la imaginación y la expectativa.

miércoles, 2 de diciembre de 2015


Demasiadas cosas dejadas atrás (desde pegas a amores latentes), o, por el contrario, demasiadas cosas aún por alcanzar (hacer lo que se quiere hacer o concretar lo que se siente). De todas formas el camino, el único, el inexorablemente propio, se bifurca entre ambas posibilidades....

martes, 1 de diciembre de 2015

You might surprise yourself


"You might surprise yourself", escucho esa frase por la ritoque como un mantra, solo adivinen el coro. Repetida así resulta un sarcasmo sobre tu condición, o una provocación a despertar.

jueves, 26 de noviembre de 2015

En el Club de los Corazones Solitarios

Anoche después del evento me aproximo a una chica, vestido negro, blanca, pinta de ochentera, rasgos medio franceses. Estaba lleno. Parecía disfrutar del ambiente y de todos esos grupos alrededor que juegan a ser alegres. Algo llama su atención. Un video de surf repitiéndose una y otra vez como un mantra, mientras de fondo cambiaban los temas, luego del show y después de él, cuando todos dispersos formaban una especie de clan al fondo, entre brindis, risas y secretos. A su lado, le pregunto si alcanzó a escuchar el número musical para el micrófono abierto. No quería sonar demasiado predecible. Me dijo que sí aunque se escuchó poco, pero le gustó en cambio la emoción, la emoción del momento. De vuelta ella pregunta: "y tú qué haces por la vida". Siempre me ha intrigado esa pregunta, a pesar de lo práctica e incluso burda que pueda sonar, (menos en sus labios). Le dije que por ahora solo disfrutar de esto, mañana veremos. Ella comienza a reír como queriendo simpatizar, en sintonía con ese momento, y además, como intuyendo que todos a su alrededor no advierten el desface entre la música y el video. Ese desface tuvo sentido solo en ese momento de complicidad. Hermoso por imperfecto. Luego ella suelta una pregunta un tanto especial: "¿Y tú con quien andas? ¿o eres del Club de los Corazones Solitarios?". Yo solo atino a reír, con el simple y natural impulso de estar empatizando. Le digo que solo me interesa compartir, nada demasiado serio. Luego llega su amiga. Conversa un rato. Para cerrar el broche de oro, se besan. Hago el ademán de brindar. Ellas también. De pronto se sintió como una invitación o una sutil despedida. Como si yo hubiese sido otro desertor más, una especie de beatle perdido, en ese club subterráneo. Pensé que el Club de los Corazones solitarios debería ser el más repleto del mundo. Me dije a mi mismo si acaso estábamos formando parte de un videoclip secreto, clandestino, hecho a nuestras espaldas. A ratos la vida, por romántica, y también por irónica, tiene mucho de eso.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El poeta y artista visual palestino Ashraf Fayad ha sido condenado a muerte por un tribunal de Arabia Saudita por considerar que sus versos incitan al ateísmo. Algo similar recuerdo ocurrió con el escritor indio Salman Rushdie, que al publicar su novela Los versos satánicos en el año 1988 provocó una feroz controversia, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, al considerarse que su narrativa iba en contra de la figura de Mahoma. Cayó sobre él la llamada Fatua, un procedimiento legal del Islam que permite acusar a alguien de herejía con todo el peso de la ley. Una nueva inquisición del pensamiento está más viva que nunca. Y no solo es un problema eminentemente religioso. Sin ir más lejos, tomemos como ejemplo el macarthismo con su caza de brujas a artistas de la talla de Bertol Brecht o el mismísimo Charles Chaplin, solo por presunta afiliación al comunismo en el contexto de la Guerra Fría. Sin ánimo de proselitismo, la literatura siempre considerada la barricada contra el orden moral, indistintamente venga esta de occidente, oriente o desde el tercer mundo. Se escribe fuera de la ley, siempre, decía Bolaño. Hay quienes se toman la premisa de manera literal. Porque pareciera que solo coqueteando con los extremos se puede revitalizar algo que se creía establecido, muerto por acomodaticio. Esto es, el poder de imaginar, de pensar más allá del límite de lo prohibido, sin ninguna clase de asco (o verguenza moralizante) tan diferente a la superstición, al mero dogmatismo mental, aun cuando cada cabeza pensante ya tenga un precio en el futuro.

martes, 24 de noviembre de 2015

Sobre cómo soy amigable y democrático

Tener unos pocos amigos con los cuales se habla cuestiones efímeras; con los que se habla sobre sexo, política, literatura, cine, con un aire de snob universitario pero empobrecido, solo para pertenecer a alguna especie de grupo que va a la vanguardia y a la vez gruñe sobre la revolución a escondidas; otros con los que solo se pasa el tiempo maldiciendo el futuro, o, por el contrario, soñándolo entre mujeres y carrete, con los que se puede ser absolutamente idiota hasta el punto de la verguenza, y además, simular una adolescencia tardía; otros que son vivos haciendo contacto, desarrollando la vena social (cuestión en la que me declaro lego) para sacar utilidades y esencialmente buena pega, los que despiertan el lado más pragmático de la personalidad; algunas amigas, por otro lado, con las que se suele hablar asuntos más intimistas, personales, y sobre poesía, cultura en general, en un tono menos desatado, sin dejar de sonar auténtico, siempre guardando esa cuota de tensión; otro con el que incluso se puede tratar exclusivamente temas esotéricos y voladas relacionadas con el misticismo; y otros tantos que todavía existen en la imaginación, como una compañía ideal, o como rostros conocidos que aún esconden posibles aventuras y desventuras. Todo eso es mi idea personal sobre ser democrático.

lunes, 23 de noviembre de 2015

El otro día, tratando de invitar gente para una lectura poética, le dije a uno de los que estaba ahí si se animaba a leer o, en su defecto, solo asistir en calidad de espectador u oyente al evento. Me preguntó si había alguna invitación formal. Francamente solo contaba con la pura idea transmitida de forma oral, como se supone debía ser a pesar de los infinitos medios, cuando en el fondo, la razón verdadera era en ese instante la falta de tiempo y de dinero para una cuestión más producida. El sujeto, que para mi sorpresa también se hacía llamar poeta, replicó que exigía algo un poco más serio. Estaba en todo su derecho, a pesar de la bebida. Yo le respondí, sin embargo: "Los burócratas exigen correos, papeles. La gente mortal habla de boca a boca": Él dice casi enseguida: "Siempre tan etéreos, los que se dicen poetas". 

Después de eso se arma una breve discusión bizantina sobre si era realmente práctico o abstracto convocar solo de forma oral o mediante un recurso más formal como un mensaje o un flyer. Al fin y al cabo, el asunto acabó en nada. Si el compadre realmente deseaba ir, iría de todas formas. Si lo hubiese invitado de una u otra forma, en el fondo, daba lo mismo. Se discutía de forma algo absurda la consistencia del evento o mejor dicho la manera de traducir una cuestión pública a un asunto privado, individual. 

Quería su propia cuota de República inconsciente, como si por asistir hubiese que pagar alguna clase de tributo, como si por el hecho de ser invitado se contara con alguna clase de título nobiliario, cuando alrededor a nadie le interesa. Consideraba simplemente una ofensa ser convocado sin una invitación. Su ego era tanto que, según él mismo, su presencia daba exactamente lo mismo y no cambiaría nada. Era tan importante que su inexistencia necesitaba justificarse. 

Por otro lado, el puro hecho de difundir el evento era algo tan crucial que lo mejor de todo era tener una excusa para hacer algo, fuese lo que fuese, aunque no hubiese garantías. La poesía, más prostituida que la palabra cambio, siempre la excusa para que cada cual se publicite a sí mismo, de la manera que sea, como si fuese una especie de secta o, por el contrario, una feria en la que cualquiera se pasea, con ánimo de ausentarse por pura tincada o de simplemente asistir a ver si pasa algo verdaderamente emocionante.

sábado, 21 de noviembre de 2015


La confesión de un alumno el otro día. Pidiéndome ayuda para escribirle una carta a una amada anónima. Decía: "No quiero escribir la mejor carta del mundo. Solo quiero que me lea y lo sepa". Esa confesión a pesar de sonar demasiado tópica o cliché, resulta algo inesperado entre tanta relación de protocolo, entre tanta mentira profesional, tanta hipocresía.Es la confesión del que no sabe mucho pero siente demasiado. Algo íntimo por auténtico. Todos hemos tenido alguna vez esa necesidad, esa ráfaga del interior que barre con el orgullo y nos dice que todavía hay un mundo allá afuera exigiendo de nosotros algo más que pura razón y utilidad. Aquello inexpresable pero que solo se sabe que está ahí, latiendo, algo más o menos así es el temprano sentimiento del amor. Debo ser honesto: Nunca he sido muy bueno en este tema. A lo sumo un par de aventuras, intensas pero intrascendentes. No tengo la experiencia suficiente para aconsejarlo correctamente. Solo el añadido moral de mi rol educativo, siempre superficial. Quizá lo único en que puedo ayudarle, aunque sea remotamente: la palabra. El único reducto de voluntad, que tampoco garantiza la satisfacción del deseo, pero que al fin y al cabo es lo único, precario por abundante, con lo que se cuenta a la hora de la verdad. Pienso inmediatamente en aquellas cartas entre Miller y Anais Nin, marcadas por cierta pasión erótica, o las de Kafka a Milena, con el estigma de la distancia y la incomprensión. Muy distintas pero llenas de una tinta, de un fluido similar, el fluido de lo inexpresable pero sensible. Uno no sabe lo que siente el joven frente tuyo, solo te ve como un referente, como alguien que se supone puede servirle más allá del mero plan curricular, también si se quiere como un aval de sus sentimientos. Verse reflejado en ese deseo sin efecto, en esa incapacidad de comunicarse a pesar de estar lleno de algo por expresar, es impagable, es toda la educación, a pesar de que quizá la amada no responda su carta, a pesar de que quizá ese hecho no le ayudará a formar un compromiso y tener cierta idea vaga del futuro. Solo por ese reflejo se vuelve a casa, sereno, (que no realizado) aunque todo lo referente al corazón suene todavía tan complejo.
Hace poco se habló de la visita de Bruce Dickinson a Chile por motivo de una charla sobre tecnología. El empresario y piloto comercial que antaño cantaba sobre el número de la bestia. El rock tiene mucho de eso, de ambición, de megalomanía pero también de impostura, de aniquilación. Unos toman el viejo camino dionisiaco, se revientan y dejan un bonito cadáver. Otros hacen de eso un imperio y una institución. Como sea, el sonido vibra igual de eléctrico. Solo espero que para la sesión de Heavy Metal de hoy mencionen a William Burroughs. Aparte del camino empresarial del rock, el camino psiconauta, el camino de la vanguardia...